Banca Central

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



La última recomendación del Consenso de Washington a la que me referiré es la de que los países tengan una banca central independiente que pueda decidir sobre política monetaria atendiendo solamente a criterios técnicos; es decir, que la banca central no esté al servicio del gobierno de turno. Anteriormente, gobiernos populistas generaron hiperinflación, literalmente imprimiendo billetes.  Como es conocido, la inflación, y en este caso la hiperinflación, mina la capacidad adquisitiva de las clases menos favorecidas de manera desproporcionada, aumentando así los niveles de pobreza.  El populista cree que la pobreza se soluciona imprimiendo billetes o en una forma más genérica, dándole liquidez a la economía.

En América Latina varios países cambiaron su moneda porque no valían siquiera el papel en que estaba impreso o las nominaciones eran absurdas.  Por ejemplo, un billete de diez millones que solo sirve para comprar una botella de leche.  Deja de ser una métrica confiable del valor de bienes y servicios, y esto genera caos en la economía.  Piénsese en el supermercado que tiene a la venta once mil productos y que debe ajustar precios al ritmo de la inflación.  La economía tarde o temprano colapsa y los ciudadanos comienzan a utilizar otras monedas para transar bienes y servicios.  En Venezuela, la economía está de facto dolarizada.

La mayoría de los países en América Latina han logrado tener una banca central independiente enfocada en la salud macroeconómica a largo plazo, y manteniendo la inflación por debajo del 4%.  Aquellos países que consideraron que esto no era posible, como por ejemplo Ecuador, adoptaron el dólar como su moneda oficial.  Es lo que propuso Milei en Argentina, pero en estos momentos es un deseo más que una posibilidad, ya que Argentina no tienen suficientes dólares en sus arcas para hacer esta conversión. 

Si se dolariza la economía, no hay necesidad de una banca central, ya que el país renuncia al manejo de la política monetaria y lo deja al comportamiento de la divisa en los mercados internacionales, y en el caso de las economías dolarizadas, a las decisiones de la Reserva Federal de los Estados Unidos.  Como todo en la vida, la dolarización o la adopción de una moneda fuerte, tiene sus pros y sus contras.  Ciertamente, acaba con la inflación desbordada pero los bienes y servicios exportables podrían ser menos competitivos.  Por ejemplo, Croacia adoptó el Euro recientemente, y dejó de ser un sitio muy barato para vacacionar.

Cuando se entiende el papel fundamental que juega la banca central en la economía, se entiende menos los esfuerzos del presidente Petro de incidir en las decisiones del Banco de la Republica; quiere imponer criterios políticos y cortoplacistas.  Hasta el momento, BanRepublica ha resistidos los embates presidenciales.

Las herramientas de intervención tradicionales de la banca central son las tasas de interés y la compra-venta de títulos.  Una buena analogía del comportamiento de las tasas de interés es frenar o acelerar el carro: desde que se oprime el freno o el acelerador toma distancia y tiempo para que la acción se complete totalmente; esta es la razón fundamental por la cual la banca central generalmente actúa incrementalmente y con mucha cautela.  La única función de la banca central es lograr el equilibrio macro entre pleno empleo e inflación. 

Para mí no es claro que BanRepublica deba quitar el pie del freno todavía.  Inflación de algo más de 9% anual para el 2023 es todavía distante de la meta inflacionaria.  El ajuste de salario mínimo sugiere que subsistirá la presión inflacionaria.  Creo que lo prudente es ver el comportamiento de la económica en los próximos dos trimestres antes de sacar conclusiones.  Lo cierto es que los desajustes estructurales de la economía no se van a solucionar con más liquidez.