El problema que se intentó resolver con las privatizaciones fue el de empresas mayormente estatales ineficientes, corruptas, con pésimos productos y servicios, poco competitivas, y endeudadas al punto de colocar en jaque las finanzas públicas. Nuevamente, la política económica e industrial de remplazar importaciones llevó a crear empresas absurdamente ineficientes y con costos altísimos de producción, ya que carecían, carecen porque todavía quedan algunas, de tecnología, capital humano idóneo y economía de escalas. Esto llevaba a que las economías tuvieran que cerrarse para protegerlas, utilizando subsidios y tarifas altas a las importaciones. Finalmente, los consumidores terminaban o terminan pagando mucho por un producto o servicio malo.
La privatización de estas empresas, lo primero que hace es quitarle las cargas al presupuesto estatal, y lo segundo es que impulsa la modernización de estas empresas, haciéndolas más eficientes con tecnología de punta, actualización del capital humano y manejo de costos de producción. En Colombia tenemos muchísimos ejemplos, y menciono algunos: Telecom, Banco de Bogotá, Banco Popular, Electricaribe.
El caso de Bogotá es interesante porque con recursos obtenidos por medio de la privatización de empresas, el alcalde Peñalosa pudo llevar a cabo toda una revolución urbanística que le cambió la cara a Bogotá. Tuvo también un importante impacto social, ya que muchas de las obras se encaminaron a mejorar la calidad de vida de los más desfavorecidos. Liberada Bogotá de las cargas que implicaban las empresas, y además recibir recursos por la venta de las mismas, se generaron recursos para la inversión.
La privatización parcial de Ecopetrol, por ejemplo, permitió darle agilidad al mercado bursátil colombiano, ya que sus acciones son transadas en bolsa. Muchos grupos empresariales extranjeros le apostaron a Colombia y así fue como llegaron grupos españoles en banca, telecomunicaciones y servicios públicos de agua y alcantarillado. NI que decir que el modelo de concesiones ha permitido la modernización o construcción de proyectos necesarios para el desarrollo, incluyendo vías, aeropuertos y puertos marítimos. Si no se hubieran hecho las privatizaciones, Colombia tendría una posición mucho menos competitiva de la que tiene hoy.
Ahora bien, una correcta política económica e industrial debe identificar aquellos sectores que son estratégicos para el país y que por tanto deben ser controlados por el estado, aunque se permita participación privada.
Hoy la privatización es una estrategia utilizada por muchos países, recientemente por Brasil e Italia, en el caso de esta última como una forma de manejar la deuda pública. Sin embargo, se puede llegar a la situación en que un sector identificado como estratégico no alcance su potencial o se convierta en una oportunidad perdida por la terquedad de los gobiernos en mantener todo el control y cerrarlo a la participación privada. Esto está sucediendo con el litio en Méjico que pretende alcanzar una posición privilegiada en la transición energética. Hoy el litio es necesario, esto puede cambiar rápidamente ya que son tecnologías incipientes, y AMLO pretende que sea explotado por una empresa estatal. No tiene en cuenta que le explotación del litio requiere tecnología costosísima y conocimiento que el gobierno no tiene.
El problema nunca ha sido privatizar. El problema es hacerlo mal. Estudios empíricos muestran que cuando las privatizaciones no han cumplido su cometido es por fallas en la normativa y control del estado, o cuando no se abre el sector a la competencia sino que se sustituye un monopolio estatal por uno privado. La posición monopolística per se es perversa porque no conlleva beneficios para los consumidores; no hay incentivo para invertir en modernización ni desarrollar mejores productos o servicios.
La privatización sigue siendo un instrumento útil, y sería bueno que en vez de demonizarla se aplicara inteligentemente.