Crónica de una muerte anunciada

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El Pájaro de Perogrullo

El Pájaro de Perogrullo

Columna: Opinión

e-mail: jplievano@outlook.com



Lo que está ocurriendo con nuestra economía era claramente previsible. Todos sabíamos que iba a pasar, así como se había anunciado e iba a pasar el asesinato de Santiago Nasar en la novela de García Márquez. Y no era tan difícil de elucubrar. La economía está semi paralizada. El crecimiento del PIB del tercer trimestre fue del -0,3%. De los doce sectores que mide y reporta el DANE, cinco terminaron con saldos en rojo. La construcción cedió un -8%, la industria manufacturera un -6,2%, y el comercio un -3,5%. La venta de vehículos ha decrecido casi un 40% y la de vivienda casi un 50%. Estas cifras no son nada alentadoras y son una alarma para el Gobierno, quien en gran parte ha contribuido a este resultado negativo de la economía. La primera estocada, dada por el Gobierno, es la falta de confianza inversionista, generada en gran parte por los inadecuados, desacertados y alocados anuncios. Y de esos hay muchos. Pretender, por ejemplo, no cumplir o modificar la regla fiscal, es un auto suicidio, cómo diría un dirigente vecino.

Y qué no decir de los anuncios de no seguir explotando y explorando hidrocarburos y la tesis del decrecimiento. La segunda es, sin duda alguna, la reforma tributaria recesionista que lograron armar. Impuestos a la renta de las sociedades del 35%, impuesto al patrimonio, impuestos a los dividendos aumentados exageradamente, sobretasas a bancos y a productores de carbón y petróleo, impuestos saludables a los alimentos, por nombrar algunas perlas. Y ahora viene un inconveniente ajuste de los topes anuales al impuesto predial. Para completar el panorama, hay reformas de todo pelambre y muy mal enfocadas.

Una reforma a la salud que simplemente estatiza y nada mejorapero, eso sí, creará un agujero fiscal impagable y un deterioro a los derechos de los ciudadanos. Una reforma laboral que “peroniza” al país, no crea ni formaliza empleos y genera costos adicionales a los empresarios en momentos de recesión. Y, para terminar, una reforma pensional que no cuida  el ahorro y sale más costosa en el largo plazo. Sumémosle a todo esto la situación insostenible y grave del orden público por culpa del embeleco de la paz total, que afecta no solamente las ciudades, sino también el campo. Hay varias zonas del país en donde no hay autoridad. Por otro lado, la inflación no cede y se quiere aumentar el gasto operativo y la deuda pública, receta perfecta para el fracaso. De hecho, el Gobierno ya tiene suficientes recursos (el presupuesto más alto de la historia) y la ejecución presupuestal no ha sido la mejor.

Con este cuadro, le corresponde al Gobierno tomar el liderazgo. Se deben iniciar cuanto antes los programas contra cíclicos de construcción e infraestructura, sectores que responden relativamente bien a corto y mediano plazo en la generación de empleo y dinamismo económico. Pero, sobre todo, se debe generar confianza. Se deben abandonar los anuncios sin pies ni cabeza, para poder mantener el barco a flote y que avance. Las reformas se deben reorientar y generar incentivos a la inversión y al empleo formal. No es un buen momento para generar temor e incertidumbre, sino confianza.