La rueda suelta del destino de los migrantes

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Escrito por:

Luis Tabares Agudelo

Luis Tabares Agudelo

Columna: Opinión

e-mail: tabaresluis@coruniamericana.edu.co


En el análisis del marco migratorio colombiano, es crucial considerar la estructura y el flujo burocrático que enfrentan los ciudadanos y extranjeros al entrar o salir del país. En este sentido, es importante destacar la responsabilidad de Migración Colombia, organismo que asumió las funciones fronterizas tras la disolución del Departamento Administrativo de Seguridad (DAS). Esta transición, si bien significó una reestructuración institucional en respuesta a la necesidad de un ente más especializado, no estuvo exenta de críticas. En efecto, algunos observadores argumentan que el traslado pudo haber implicado la perpetuación de prácticas cuestionables heredadas de un organismo que no terminó bien en la historia del país.

Por otro lado, la política de apertura migratoria de nuestro país refleja un compromiso con los principios de derechos humanos y la promoción del turismo como motor económico, especialmente para solventar los momentos de crisis económica. Considero la exención de Visa para la mayoría de los visitantes extranjeros que llegan a Colombia como un testimonio de la hospitalidad y la visión globalizada de nuestra economía. En este tenor, la reciprocidad mostrada por la Unión Europea al eliminar la visa Schengen para los colombianos constituye un avance significativo en el reconocimiento de la dignidad de los ciudadanos colombianos, contrarrestando estereotipos y fortaleciendo los lazos internacionales basados en el respeto mutuo y la cooperación.

Pero, a pesar de los esfuerzos del Gobierno por regular y facilitar un proceso migratorio adecuado y en consonancia con los derechos humanos, se enfrenta al desafío de la corrupción local, que erosiona la efectividad de las políticas públicas. El caso del tapón del Darién ilustra cómo prácticas corruptas pueden socavar la ley y el orden.

De hecho, esta situación no solo implica un quebranto de la legalidad sino que también contribuye al surgimiento de redes criminales que se benefician del tránsito de los migrantes. La visión de Colombia como un mero trampolín hacia Estados Unidos de esta nueva oleada, y no como un destino final, plantea interrogantes sobre la percepción y el trato que reciben en su paso por el país.

Por un lado, la odisea de los migrantes es descrita con un tono de cruda realidad: pagar en dólares, el peligro mortal en el Golfo de Urabá y la explotación por parte de los coyotes resaltan una situación desesperada. La mención de migrantes de varias nacionalidades llegando semanalmente a Turbo, Necoclí, Capurganá y puerto Obaldía en Panamá subraya la magnitud del fenómeno y las complejidades de la frontera entre Colombia y Centro América. Este contexto sugiere una reflexión profunda sobre las políticas migratorias regionales y la necesidad de abordar la corrupción, la violación de derechos humanos y la explotación de manera efectiva y humanitaria.

Por el otro, es pertinente reflexionar críticamente sobre si la tendencia de la emigración masiva es un fenómeno inherente a los regímenes socialistas y comunistas, derivado de la insatisfacción con las políticas económicas y las violaciones a los derechos humanos. Además, sobre la realidad laboral en regiones como Capurganá que se ve afectada por esta dinámica migratoria, lo cual podría ser visto como un reflejo del desafío que enfrentan las economías locales para competir con el atractivo del tráfico de migrantes, a menudo más rentable que los empleos convencionales.

En síntesis, el deterioro constante de la economía en Venezuela hace que hoy surja una nueva oleada de migrantes: los jóvenes están comenzando a soñar con llegar a los Estados Unidos pasando por Colombia, Panamá y Nicaragua. Lo hacen a través del tapón del Darién. Esto con el agravante de que son ultrajados y sometidos a graves violaciones de la dignidad humana y otros derechos humanos.

Para concluir, los diferentes gobiernos de Colombia y el organismo que tiene las funciones fronterizas no dan muestras de capacidad ni voluntad política para mitigar o hacer frente a esta situación. No hay articulación en las acciones pues cada entidad va por su lado y por lo tanto, todo como una rueda loca y suelta.