Reescribir el guion familiar

Columnas de Opinión
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La tercera forma de enriquecer las relaciones familiares es reescribiendo el guion para la construcción de familia. Stephen Covey señala que “nuestros padres y el resto de las personas constituyen modelos de roles, y para bien o para mal nos identificamos con ellos. Concretamente, nos dan un guion de vida que se convierte en nuestro rol. Lo asumimos más por absorción emocional que por elección consciente. Emerge de nuestras fibras vulnerables más profundas, de nuestra dependencia respecto de ellos y de nuestra necesidad de ser aceptados y amados. Por esta razón modelar este rol es la responsabilidad básica de los padres. Ellos están escribiendo los guiones vitales de sus hijos, que éstos representarán durante gran parte del resto de sus existencias”.

Pero no estamos escribiendo buenos guiones vitales, puesto que un buen guion familiar se escribe con el ejemplo, con base en lo que se hace y no en lo que se dice, tal como lo señala Covey:  “escribir el guion se basa en un 90% en ejemplos y relaciones y en un 10% en lo que escuchamos (…) porque la gente se identifica mucho más con lo que ve y siente que con lo que oye”.  En efecto, el cachorro humano aprende es imitando, y hace lo que ve hacer a sus progenitores…si los ve leyendo, por ejemplo, aprende el gusto por la lectura, pero si ellos no lo hacen, tendrán que acudir, posteriormente, a regaños por el bajo rendimiento escolar.

Este es uno de los errores más frecuentes y de mayor impacto en la educación familiar, conocido técnicamente como la disociación o incoherencia…decir una cosa y hacer otra, pues como lo señalábamos el infante humano termina haciendo lo que ve y no lo que escucha, por virtud de la imitación. Es por eso que “no debemos lanzar farragosos discursos sobre los altos principios morales, para después vivir el extremo opuesto dedicando la mayor parte de nuestras vidas a refunfuñar y a criticar”, señala el Sócrates americano.

El autoritarismo es otro error con el que estamos escribiendo el guion familiar, pues los padres en el afán de enseñar normas a sus hijos las imponen con violencia sutil, en lugar de “facilitar al niño experimentar vivencialmente la razonabilidad de la norma”, señala Pérez Mercado Juan Francisco. Al hacerlo así, además de ir apabullando la singularidad del niño vamos formando “mandaderos”, que de adultos se doblegarán a la autoridad de turno, dado que la singularidad, base de la libertad, aplastada le impedirá tomar decisiones autónomas.

La permisividad, el tercer error, característico de la presente generación, más nociva que el autoritarismo, en cuanto a “resultados igualmente perniciosos en la vida de los hijos, dado que una educación sin normas es impensable”, señala Pérez Mercado.

Ahora bien, si un buen guion debe escribirse con base en el ejemplo y no en lo que se dice,  cuando es preciso hacer uso del lenguaje no debemos hacer uso de los diálogos funcionales, otro error en la educación familiar, pues este tipo de diálogos “son típicos del ambiente empresarial, pero resultan funestos cuando se entronizan en la intimidad, (…) pues en estos diálogos se usa un lenguaje operativo mediado por objetos, tareas o patrones de eficiencia, que impiden el encuentro intersubjetivo de las personas, que se sienten por ello cosificadas (…) y se constituyen en factores de riesgo y generan frustración y violencia como resultado del aislamiento afectivo a que se somete a las personas, contaminando gravemente el nicho afectivo familiar. A estos diálogos funcionales se contraponen los diálogos lúdicos propios de la intimidad (…) que no apuntan a lograr ninguna eficiencia ni a imponer ninguna verdad o autoridad, pero permiten explorar la fantasía y provocar sentido en el otro (…) no hay en ellos un superior que manda y un inferior que obedece, sino dos interlocutores que se entregan al juego interpersonal lleno de vivencias y de cuerpo”, señala Pérez Mercado.

En consecuencia, estos guiones, además de impactar a nuestros hijos, ejercen sobre nosotros una poderosa influencia, pero también podemos aprender a reescribirlos… ¿cómo? Reconociendo los errores mencionados para iniciar una transformación personal que nos permita superar la incoherencia, el autoritarismo, la permisividad y los diálogos funcionales que estamos usando en la educación de nuestros hijos.