Escrito por:
Tulio Ramos Mancilla
Columna: Toma de Posiciones
e-mail: tramosmancilla@hotmail.com
Twitter: @TulioRamosM
Es extraño ver la Bahía desde el otro extremo. Es como mirarse a sí mismo, desnudo. Pues toda una vida andando pausado por entre los adoquines del flanco marítimo de El Camellón, silente el semblante, abandonado a los aires que por allí circulan y ambientan ese juego de luces y colores que el sol y el mar se empeñan en crear, no se olvida así no más. No me resigno. Se trata, sobre todo, de arena.
Se podía caminar amigablemente por allí hasta no hace mucho, con alguna comodidad -no demasiada-, y ver la arena, que medio se limpiaba sola -sería-sentir la brisa yodada en la cara y ver a El Morro ser observado por todo el que andaba por ahí medio perdido, como si en esa fortaleza se encerrara algún misterio irresuelto, alguna respuesta.
El puerto privado, los barcos cargueros con letras de idiomas indescifrables, y las tenues aguas de ese mar dócil que Dios nos dio, nos recordaban lo cerca que quedaba el mundo. Ahora parece que el mundo nos queda más lejos, ahora no se puede ver el punto ese donde agua y cielo se tocan en línea recta, como si Colón siguiera equivocado y el planeta no fuera redondo sino un perfecto cuadrilátero.
Ahora toca ver a la Bahía desde lejos, desde el espolón que volvieron Camellón como indemnizándonos por habernos quitado la identidad, por quitarnos las ganas de ser samarios. Ya desde la Bahía no se ve, ni se oye, ni se siente lo mismo.
Al fondo del privadamente vigilado "nuevo Camellón", en un potrero casi ultramarino, descansan, cómplices, las vallas que encubrían, hace menos de dos años, la consumación del hecho: la construcción de los muelles que presuntamente han generado el desbalance ecológico que acabó con la emblemática playa samaria.
En una de ellas se puede ver a Carlos Valderrama -haciéndolo, seguramente, de buena fe- patrocinando la construcción de la famosa Marina. «El Pibe» aparece rodeado de varios jóvenes sonrientes, como ilusionados con la promesa de estudio y trabajo a partir del impulso que el gran negocio de los yachts iría a traer a este pueblo que han desmotivado sistemáticamente a través de los años.
Me pregunto si ya esto se ha cumplido, si se han generado puestos de trabajo y si las carreras técnicas y universitarias anunciadas (las que forzosamente se tendrían que establecer, según se dijo, habida cuenta de la supuesta alta demanda de fuerza laboral relacionada que se produciría) ya son una realidad. Desconozco esto, y me gustaría tener cifras, pero intuyo que no ha sido así.
Tampoco sé si se concretará en el futuro algo de lo prometido, pero no lo creo. Como todo aquí. Sería bueno hacer una labor de veeduría ciudadana, de cabildo abierto, o cualquier otro ejercicio ciudadano, democrático, a fin de ver hacia dónde va esto, pues la deuda para con la sociedad samaria está vigente. Por lo pronto, yo me conformaría con que el alcalde Caicedo hiciera algo para recuperar la playa y la Bahía. Algo. Ya que, en buena hora, se ha ido Diazgranados, esperemos entonces que ese haya sido el fondo que teníamos que tocar para poder resurgir. Esta ciudad no aguanta más.