Lo que da la tierrita

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El científico, geógrafo y escritor Frances, Elisée Reclus, narra en su libro “Voyage á la Sierra Nevada de Sainte-Marthe” que, en 1843, llego procedente de Annecy, Francia, al puerto de Riohacha, François Dangond, con un préstamo de 8 mil francos, y se trasladó a Villanueva, al sur de La Guajira, donde sembró 80 hectáreas de café a diez leguas arriba de la serranía del Perijá.

En otro aparte del libro, Reclus, narra que mi bisabuelo François Dangond, “abrió anchos caminos, construyó puentes, hizo acueductos, importó plantas alimenticias desconocidas en el país y edificó casas que les confirieron comodidades a los habitantes de esa región”. En fin, abrió el camino para que otras familias de la región extendieran el cultivo del café en el sur de La Guajira y norte del Cesar, en los primeros años del siglo XX. Igualmente, pasó con otras familias de la región, a quienes se les debe el impulso de la ganadería y otros cultivos.

Para la década de los 60 y 70, llegó la institucionalidad con la Caja Agararia, ICA, IDEMA, Incora, el antiguo Invias y la creación de los comités y organizaciones gremiales locales. Esta integración pública-privada, impulsó la ganadería y las siembras de los cultivos de algodón, maíz, sorgo, arroz y café, entre otros. Luego llegó el desarrollo agroindustrial con la construcción de molinos de arroz, silos de maíz, industria láctea y desmotadoras de algodón, posicionando al sur de la Guajira, como uno de los polos de desarrollo agrícola y ganadero más importante de la región Caribe.

Mientras esto sucedía en el sur de la Guajira, en el norte del departamento, se desarrollaba el comercio informal con el negocio del contrabando de licores, cigarrillos, electrodomésticos y la bonanza marimbera. Afortunadamente, a principios de los 80, entró en operación la explotación de la mina de carbón del Cerrejón. La gran demanda de empleos bien remunerados y de empresas prestadoras de servicios de transporte, hotelería y alimentación, marchitó en gran parte el contrabando y el narcotráfico.

A principio de los años 90, cuando los sectores -minero y agroindustrial-, comenzaban a tener importancia en el desarrollo económico del departamento, aparecieron dos plagas malditas: La guerrilla y la elección popular de alcaldes y gobernadores. Fue entonces cuando comenzaron los secuestros, extorsiones y escándalos de corrupción. Los primeros desplazaron a los empresarios del campo, y los segundos, crearon una empresa criminal para tener el control de los presupuestos del departamento y municipios, el manejo de entidades públicas y los recursos de las regalías del carbón. Encontraron un negocio que les daba más plata que el contrabando y el narcotráfico, juntos.

De ahí en adelante, los empresarios del campo y la industria minera, comenzaron a ser estigmatizados como colaboradores de las autodefensas, expropiadores de tierras y explotadores laborales, mientras que a los delincuentes y políticos, se les veía como los nuevos generadores de riqueza, así fuera a través de la corrupción. A pesar de que en 23 años, han destituido 13 gobernadores y una veintena de alcaldes, siguen manejando el poder político y económico del departamento, con los mayores índices de pobreza, desempleo y desnutrición, del país. Eso es lo que da la tierrita



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