Cómo podría implantarse el voto obligatorio

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Escrito por:

Jesús Iguarán Iguarán

Jesús Iguarán Iguarán

Columna: Opinión

e-mail: jaiisijuana@hotmail.com


No podemos negar que el país está lleno de infinitas irregularidades, a diario somos víctima de grandes personales que llegan a los altos altares de la patria con alto rango de dignidad, dizque elegido solemnemente por voluntad popular, cuando realmente se ganan sus credenciales mediante votos sin la “voluntad popular”, quienes hoy llegan a ganar el poder, no lo hacen conquistando la voluntad del pueblo mediante promesas y grandes proyectos realmente convincentes como en realidad debe ser la democracia, al pueblo lo han convencido que su voto tiene un valor comercial que lo puede eximir del alto grado de pobreza en que lo han sometido. 

El país ya no arroja filántropos, el valor comercial del voto ha sido superior a la voluntad de servir al pueblo sin beneficio alguno, ha consumado el interés que debe aportar un gobernante para regir con gran afán los intereses de la comunidad, ha abreviado que el poder se ejerza para toda la colectividad, ellos sólo gobiernan para aquellos que de él recibieron dinero para obtener la “voluntad del pueblo”, olvidándose de que existen seres capaces que puedan ejercer con mayor decoro la tarea que se les impongan, pero como no se hicieron partícipes en la compra de votos que lo llegaron al poder, no puede hacer parte de su mandato, lo que llega a comprobar que el gobernante no se interna claramente en aplicar su mandato a la colectividad, sino lo hace en beneficio de los que lo llevaron al poder.

A pesar de que la ley castiga entre 400 y 1.200 salarios mínimos, aun con prisión de 4 a 9 años a quien logren capturar en flagrancia practicando la compra y venta al sufragante, se ha comprobado que esta ley nació con letras muertas, porque aún no existe en este país quien sea castigado o condenado por tal hecho.

Según la Misión de Observación Electoral, la compra de votos se ha engrandecido en importantes organizaciones logísticas que requiere de meses de preparación liderada por persona dedicada en exclusividad a la compraventa de conciencia y a quienes se le han dado el nombre de líderes quienes son los encargados de coordinar la entrega de las dádivas.

El gran fenómeno que ocurre en este país es que, a pesar de la harta cantidad de dinero, siguen siendo los abstencionistas los que agrupan mayor cantidad de ejercer sus votos.

En Colombia se habla de que no existe el voto obligatorio, pero realmente dentro de la democracia en el voto es ineludible y forzoso, lo que es indudablemente obligatorio, realmente pasa es que aquel no lo ejerce, no es sancionado, como sucede en otros países donde se practica la democracia.

Es cierto que en Colombia se le aporta al sufragante el certificado por haber ejercido su derecho al voto, eso es totalmente democrático, pero debe dársele a este certificado un gran   valor como a la cédula de ciudadanía, para que pueda aplicarse con efectividad el voto obligatorio.

Al ciudadano que no ejerza su derecho al voto se le privara de sus deberes y sus derechos como ciudadano por un tiempo prudente, esta medida capitula al abstencionismo, porque al privar al ciudadano de sus deberes y derechos, es desplumarlo de la parcialidad que conserva al viajar en avión a las diferentes ciudades del país, de igual manera en los buses intermunicipales, tampoco tendría derecho a la compra y al trapazo de bienes que lo puedan favorecer, se le despoja del cobro de cheques, se le priva de descuentos que le puedan favorecer en su intento a la educación superior y de muchos aspectos más que se pueda realizar por haber ejercido su derecho de manera cabal.    

De otra manera los que hoy triunfa por la compra de votos, seguirán cada día fomentando esta gran anomalía. Lo más triste es que el dinero que con la compra de voto se llega al poder, queda en manos de raptores que no conocen realmente una verdadera democracia, sin embargo, son ellos los que prácticamente eligen quienes deben gobernar.

A inicio del mandato de la alcaldesa de Bogotá, le escuché una frase en la que decía:

“Quien paga llegar, llega a robar”, realmente es un término que deja reflejada la triste radiografía del manejo de los gobernantes colombianos. Luctuosamente aquellos que tienen la gran capacidad de cultivar y manejar con decoro al país queden arrumados por la irregularidad.