Impactos de los TLC

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Comienzan a verse los resultados negativos de los mal negociados Tratados de Libre Comercio. Los burócratas que negociaron y suscribieron estos acuerdos comerciales, convirtieron a Colombia, en un país netamente importador de alimentos y materias primas. Según el Dane, en los últimos cinco años, las compras externas tuvieron un crecimiento exponencial del 55%, mientras que las exportaciones siguen en picada. Esta semana, el Dane reveló que en el primer trimestre de este año, se cayeron en un 16,8%, respecto al mismo periodo del año pasado.

Lo más grave de este asunto, es el impacto colateral que está teniendo en el incremento de la pobreza, desempleo, inseguridad y deserción rural. Y vendrán tiempos peores, si no se acuerda una prórroga en la desgravación del 100% de los aranceles de productos como el arroz, maíz, carne y leche. No quiero siquiera imaginarme, el desbastador daño económico y social, que sufrían las poblaciones de los departamentos del llano y la región Caribe, donde se explotan más de 3 millones de hectáreas al año en estas actividades agrícolas y ganaderas.

Mientras los gobiernos de turno no bajen el costo país, faciliten la importación de nuevas variedades de semillas, construyan las vías de acceso a los centros de producción agropecuaria y dispongan de abundantes recursos de créditos -a largo plazo- para financiar la infraestructura de producción de grandes extensiones agrícolas, no podremos ser competitivos.

Es una vergüenza, por ejemplo, que hayan pasado dos décadas, sin que ningún presidente de la República, haya construido la vía que conecta a Puerto Gaitán (Meta) con Puerto Carreño (Casanare), para poder desarrollar cinco millones de hectáreas agrícolas en esa zona. Ni que hablar, de las oportunidades de desarrollo y competitividad que hemos perdido, por los fracasos en la navegabilidad del río magdalena. Pongan ustedes las vías, que los empresarios ponen el desarrollo.

Otra irresponsabilidad que cometieron los que negociaron y suscribieron estos acuerdos comerciales, fue la de exponer a nuestros productores a competir sin antes haberles creado un ecosistema exportador agrícola, para ayudarles a agilizar los trámites de exportación y cumplir con los protocolos sanitarios y fitosanitarios, normas comerciales y los rigurosos certificados de calidad, buenas prácticas agrícolas, ambientales y laborales, entre otros, que están exigiendo los países de la comunidad europea a nuestros productos. Al banano, aguacate, mangos y uchuvas, por ejemplo, ya no les cabe un sello más. Como van las cosas, tocará orientar y fomentar la política de exportación de alimentos, bajo sistemas de invernadero, donde se pueden controlar o cumplir todas esas exigencias.

Los productores del campo no resisten un desacierto ni una improvisación más en las negociaciones de los Tratados de Libre Comercio. Organicemos primero la casa antes de traer los invitados. Comencemos al menos por reformar los engorrosos trámites burocráticos del ICA, Invima, Aduana y Procolombia. Busquemos esquemas o instrumentos más agiles de financiamiento, que las líneas de créditos estandarizadas que Bancóldex y Finagro están ofreciendo, y pongan a la Bolsa Mercantil de Colombia, a trabajar para el campo. ¡El problema del sector agropecuario no son los productores, son los burócratas!.



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