Semblanza de Juana de Ibarbourou

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Escrito por:

José Vanegas Mejía

José Vanegas Mejía

Columna: Acotaciones de los Viernes

e-mail: jose.vanegasmejia@yahoo.es



“Los poetas no se hacen; nacen”. Tal fue la respuesta que Juana de Ibarbourou dio a un periodista que la entrevistó cuando cumplió sus ochenta y dos años. Un hecho destacado en la vida de Juana de Ibarbourou es su exaltación definitiva a la fama, en 1929, cuando en el Salón de los Pasos Perdidos, del palacio legislativo, en Montevideo, un grupo de artistas y diplomáticos encabezados por el poeta y ensayista mexicano Alfonso Reyes, proclamó a la uruguaya como ‘Juana de América’.

Desde ese momento atrajo las miradas de bardos destacados como Federico García Lorca y el peruano José Santos Chocano. No les faltaba razón, pues en esos momentos era la más audaz poeta del continente; la ‘best-seller’ del romanticismo rioplatense con sus versos plenos de erotismo.

En el acto de Los Pasos Perdidos, el poeta Juan Zorrilla de San Martín, al entregarle el anillo de oro elaborado exclusivamente para ella, dijo: “Este anillo, señora, significa sus desposorios con América”.

Juana Fernández Morales, casada con el capitán vasco-francés Lucas Ibarbourou, de quien tomó su apellido, nació en Melo, capital del departamento de Cerro Largo, frontera con el Brasil el 8 de marzo de 1892. En sus primeros poemas usó el seudónimo de Jeannette d’Ibar, con el apellido apocopado de su esposo. En la entrevista mencionada la poeta confesó al periodista: “Escribo espontáneamente, sin preparativos artificiales; cuando siento una idea, una palabra, un paisaje, se me vuelven como una obsesión aquí, en la cabeza. No entiendo a los poetas que piensan que para escribir versos hay que encender velas o escuchar música. Lo mío es sencillo, natural, y así debe ser porque la poesía no se fabrica, no se provoca; se siente o no se siente”. La poeta uruguaya fue amiga de Pablo Neruda, Juan Ramón Jiménez, Jorge Luis Borges, Gabriela Mistral y Alfonsina Storni.

Juana de Ibarbourou fue recibida como miembro de la Academia de la Lengua Uruguaya en 1947. En 1959 le otorgaron el Premio Nacional de Literatura. Su poesía se enmarca en el Modernismo de Rubén Darío, con variación posterior hacia el vanguardismo y final influjo del surrealismo. En cuanto a su temática, tiende a la exaltación sentimental y a la compenetración con la naturaleza. Aunque todas sus poesías alcanzaron gran reconocimiento, hay que destacar que ‘Lenguas de diamante’ (1918) fue la que la catapultó a la escena literaria.

Son famosos sus poemas ‘Cántaro fresco’ (1920), ‘Raíz salvaje’ (1922), ‘La rosa de los vientos’ (1930), ‘Cuentos autobiográficos de la infancia’ y ‘Chico Carlo’ (1944). Para niños escribió ‘Ejemplario’ (1937), ‘Los sueños de Natacha’ (1945) y muchas otras composiciones. Sus obras han sido traducidas a varios idiomas. En ‘Chico Carlo’, de género dramático, Juana de Ibarbourou recoge frescas vivencias biográficas que ella transforma en asunto literario a través de una prosa magistral. Son relatos en los cuales la realidad cotidiana de los recuerdos infantiles se combina con la fantasía de esos primeros años.

Esta poeta uruguaya fue admirada por don Miguel de Unamuno y José María Vargas Vila. Se dice de ella que era sumamente bella. En sus inicios, sus versos van en busca de un amor casto y erótico; es entonces cuando escribe ‘Raíz salvaje’. Pero en la vida de Juana de Ibarbourou no todo fue felicidad. En 1942 murió su marido. Juana se escudó en la morfina y cambió por completo su comportamiento. En 1950 escribió ‘Perdida’ y en 1955 ‘Romances del destino’. Su imagen se ha conservado como un mito. Archivos valiosos de sus obras reposan en las universidades de Stanford y Harvard, en Estados Unidos”. 

Pensamiento de Juana de Ibarbourou sobre su pueblo: “Fue mi paraíso al que no he querido volver nunca más para no perderlo, pues no hay cielo que se recupere ni edén que se repita. Va conmigo, confortándome en mis horas negras, tan frecuentes. Allí volará mi alma cuando me toque dormir el sueño más largo y pacificado que Dios me conceda a mí, la eterna insomne.”



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