'Espejos astillados de la memoria' se lanza esta noche

Columnas de Opinión
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Escrito por:

José Vanegas Mejía

José Vanegas Mejía

Columna: Acotaciones de los Viernes

e-mail: jose.vanegasmejia@yahoo.es



Esta noche termina la expectativa que habíamos creado alrededor de una obra literaria. En efecto, la recreación de algunos hechos reales y la invención total de otros ha dado como producto una colección de relatos que, escritos en prosa sencilla, pretenden atraer la atención del lector para brindarle un oasis en medio de sus preocupaciones cotidianas.

Ha sido intención del autor alejarse del lenguaje rebuscado, pleno de cultismos y recursos lingüísticos solo inteligibles para los expertos, y en cambio repartir en veintiún relatos sendas estampas que, ahora aquí y luego más allá, van reflejando la vida diaria.

Terminada la espera, 'Espejos astillados de la memoria' pasa a manos de sus destinatarios naturales: los lectores.

En sus páginas reviven personajes que en otras épocas fueron comunes entre nosotros. ¿Quién no recuerda, por ejemplo, las incidencias, chistes y anécdotas referidas al calor de un tinto o un limoncillo servidos en la terraza o en un patio frondoso mientras los mayores rezaban por el alma del difunto o elevaban preces para que no encontrara obstáculos en su camino al cielo? Pues en este libro, bajo el título 'Era un choque de costumbres' está ese aroma del tinto y el tabaco característicos de esos eventos. La remembranza, sin embargo, no termina allí: en 'El rey de los velorios' hay un complemento del mismo tema.

Pero, aunque muchos sucesos sean familiares para nosotros, la ocurrencia o posible ocurrencia de algunos de ellos puede reclamar, con todo derecho, escenarios más universales; porque si es cierto que en remotos pueblos de la Costa los difuntos pueden convivir con sus familiares que aún luchan por sobrevivir en este "valle de lágrimas", también es cierto que en Nueva York y otras grandes urbes del mundo encontramos casas encantadas, mansiones donde las almas en pena espantan a los inquilinos. Por eso en 'Espejos astillados de la memoria' la Tía nunca se fue de casa y, desparpajo casi insolente, se pasea por encima de los objetos, como si nada.

Por otra parte, recoge este libro una constancia de que el cine no siempre fue como lo vemos hoy. ¿Cómo aceptar que un personaje muerto en la función vespertina aparezca después, vivo, en la nocturna? ¡Ni que fuéramos tontos!, dijeron esa noche los espectadores, y no dejaron una sola banca en buen estado. Estamos seguros de que cuando inventaron el séptimo arte, los hermanos Lumière no previeron que las imágenes del celuloide tuvieran algo que ver con la destrucción de un teatro en la remota Guajira colombiana.

Como es fácil suponer, no me referiré a cada uno de los veintiún relatos contenidos en 'Espejos astillados de la memoria'. Y no por falta de tiempo sino porque ustedes, público lector, los leerán con mente crítica y disfrutarán del obsequio que les estoy haciendo. Pero mencionaré, por último, la situación creada por dos obreros que, no obstante ejercer el mismo oficio, son antagonistas a la hora de realizar sus labores.

Al leer el relato 'Ese dúo botaba corriente' el lector debe tomar partido por uno de ellos, ya sea por el de la ilegalidad o por el que defiende y es fiel a la empresa que le ha dado empleo. Al final de la historia veremos cómo termina ese conflicto de intereses.

Esta noche, ante quienes han manifestado su interés por acompañarme en el lanzamiento de este libro, expreso mis sinceros agradecimientos. Sus críticas y comentarios solo servirán para mejorar en el difícil pero placentero ejercicio de escribir. Si ustedes, amables lectores, a partir de esta noche encuentran en este libro la amenidad que he seleccionado para ustedes, me doy por bien servido.