Nobel era un hombre noble

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Escrito por:

José Vanegas Mejía

José Vanegas Mejía

Columna: Acotaciones de los Viernes

e-mail: jose.vanegasmejia@yahoo.es



Alfred Nobel, químico sueco, vio la primera luz el 21 de octubre de 1833. Desde muy temprana edad desarrolló una extraordinaria habilidad para combinar en el laboratorio elementos con resultados favorables para sus pretensiones de inventor.

Nobel nunca asistió a la escuela. Sus primeros conocimientos estuvieron a cargo de un preceptor que su padre contrató para su instrucción. Tampoco tuvo acceso a la universidad; sin embargo, en su carrera exitosa tiene gran importancia Inmanuel Nobel, su padre, hombre de escasa cultura pero emprendedor en el campo de los negocios, quien fundó importantes empresas dedicadas a la producción de armamentos en Rusia.

Fue una época de prosperidad económica para la familia. El joven Nobel tuvo acceso a las fábricas de su padre y conoció allí el mundo de la química. Viajó a los Estados Unidos, a los 17 años, para aprender ingeniería con el sueco-americano Ericsson. A los 21 regresó a Rusia, donde las empresas de su padre eran decisivas para el triunfo de esa nación sobre la coalición formada por Inglaterra y Francia.

En 1862 Alfred consiguió su primera explosión con base en un detonador de percusión que patentó con el nombre de 'inflamador Nobel'. Ya había comenzado a experimentar con la nitroglicerina, sustancia descubierta en 1846 por el italiano Ascanio Sobrero.

Alfred Nobel logró controlar el peligro que generaba la manipulación de la nitroglicerina y se dedicó a producirla en cantidades industriales. Sin embargo, la actividad del inventor estuvo marcada por éxitos y fracasos: en 1864 su fábrica voló en pedazos y las protestas por el uso de la nitroglicerina impidió que el gobierno sueco concediera permisos para la instalación de nuevas fábricas.

Nobel logró mezclar la nitroglicerina con la pólvora negra. Por fin el inventor recibió el apoyo que tanto había solicitado y su empresa fundó entonces una fábrica en Hamburgo (Alemania), en 1865. Su prosperidad aumentó cada año, sobre todo en 1867, cuando descubrió la dinamita.

Jamás se había visto un explosivo tan destructor. Alfred Nobel viajó incansablemente. Fundó compañías en Estados Unidos, Alemania, Austria, España, Hungría, Finlandia, Suiza, Portugal… En todas ellas él era el accionista mayoritario.

El hombre inmensamente adinerado que conocemos tuvo, sin embargo, problemas afectivos que nunca pudo superar. Era melancólico. En ocasiones desaparecía sin dejar rastro. "Deseo vivir --dijo una vez-- entre árboles y matorrales, amigos silenciosos que respetan el estado de mis nervios, y me escapo, en cuanto puedo, tanto de las grandes ciudades como de los desiertos." Abominaba el trato social. Sólo una vez intentó poner fin a su soledad. Publicó un aviso en la prensa francesa, a los 43 años, y no pudo convivir con la única dama que se interesó en él.

El anuncio decía: "Un señor que ya no es joven, pero sí muy rico y muy instruido, y vive en París, busca una señora de su misma edad que hable muchas lenguas y que le serviría de secretaria y para dirigir la casa". Debe indicarse aquí que Nobel sabía alemán, inglés, francés, sueco y ruso. Al morir había patentado 129 inventos.

Nobel era enemigo de la publicidad y de las vanidades en torno a su persona. Esa actitud la complementaba con su generosidad, como lo manifiesta el hecho de haber repartido entre sus familiares y amigos la fortuna que heredó de su madre.

Pero la prueba más fehaciente de su altruismo está plasmada en la fundación del Premio Nobel, dotado con una suma que cada año, desde 1901, se reparte "entre las personas que durante el año precedente hayan proporcionado el mayor beneficio a la humanidad", según su testamento firmado en París el 27 de noviembre de 1895.

A eso se debe que anualmente, el 10 de diciembre, aniversario de la muerte de su fundador en San Remo, Italia, el rey de Suecia entregue, personalmente, el Premio Nobel a quienes se han destacado en Física, Química, Fisiología o Medicina, Literatura y Defensores de la paz. El premio en Economía fue introducido por el Banco de Suecia en 1968.



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