Sociedad sin compás moral

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



Los escándalos que han sacudido la campaña presidencial del candidato Petro son un síntoma preocupante de la degradación de la sociedad colombiana.

Hubo una época en nuestro país en que la virtud era un bien deseable y los valores bien vistos. Hubo una época en nuestro país en que se aspiraba a que quienes nos dirigieran fueran hombres o mujeres de bien, de valores y excelsas virtudes. Hubo una época en que tener riquezas mal habidas daba lugar a una fuerte sanción social y rechazo. ¿Qué nos pasó? ¿En qué momento llegamos a este deplorable estado donde el crimen y los criminales han sido normalizados?

La explicación probablemente no es sencilla y lo que vivimos es resultado de muchos factores. Sin embargo, un factor que tuvo un enorme impacto en la degradación de nuestra sociedad fue la aceptación del dinero del narcotráfico. La sociedad colombiana poco a poco relajó sus valores y dejó de lado la sanción social para poder participar de las riquezas mal habidas. El narcotraficante o traqueto se convirtió en el nuevo héroe, en el amigo, esposo, amante o patrocinador que todos quieren tener. Si antes una familia se horrorizaba ante la idea de tener un yerno traqueto, bajo los nuevos códigos morales, muchas familias no hacen sino soñar con un yerno traqueto y ojala capo. Hoy pertenecer al círculo íntimo del traqueto o del político ladrón es un honor.

Ya una vez abierta la caja de pandora, la filosofía del todo vale y nada escandaliza se normalizó. Solo en países como Colombia es bien visto que un ex guerrillero, rodeado de reconocidos corruptos y hampones pueda aspirar tranquilamente a la presidencia de la república. Aunque se ha hecho todo un show mediático por los últimos acontecimientos en la campaña Petro, la verdad es que pocos realmente se escandalizan con la gravedad de las denuncias– Marquitos, los Morenos y el hermano de Petro, Piedad Córdoba, Francia Márquez y sus mentiras-. La indignación es fingida y solo parte de una estrategia electoral.

Hoy vivimos en un país donde se da por descontado que todos los políticos y quienes nos gobiernan son bandidos. Entre otras cosas, por esto es una estrategia fallida acusarse mutuamente de ser bandidos. En el Magdalena se escucha decir sin ningún empacho de algunos: Roban pero hacen. Hacer es un deber y robar es un delito. Tristemente, hemos llegado al punto en que casi que la única consideración de peso a la hora de votar es tener claro quiénes son mis bandidos versus los bandidos de los demás y cómo voy yo ahí.

Donde vivo, en los Estados Unidos de América, sería impensable que alguien se postulara a un cargo de elección popular si no hay claridad sobre su pasado, y mucho menos con puntos no aclarados con la justicia. Una simple trampa en un examen universitario ha descalificado candidatos en el pasado. En contravía, en Colombia se postulan y son elegidos personajes con muchos pendientes con la justicia y con pasados más que oscuros.

Los políticos reflejan la sociedad, y es doloroso concluir que la degradación de la sociedad colombiana es lo que tiene liderando en las encuestas a un personaje oscuro y siniestro como Gustavo Petro, que en ningún país decente seria candidato. ¡Qué vergüenza!

Para por lo menos tener una semblanza de decencia, Colombia necesita leyes que prohíban que puedan postularse a cargos de elección popular personas que tengan imputaciones o procesos pendientes, sean estos últimos de índole administrativa o penal. Entre los candidatos a presidencia no solo Petro tiene pendientes, aunque si el caso más aberrante. También lo tienen Hernández y Fajardo.

Si todo lo que sucedió la semana pasada con Petro y su campaña no lo descalifica ni le hace un rasguño a sus aspiraciones, y finalmente es elegido, Colombia se merece su suerte.