Caterine Ibargüen: ¿Triple salto al vacío?

Columnas de Opinión
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Escrito por:

José Vanegas Mejía

José Vanegas Mejía

Columna: Acotaciones de los Viernes

e-mail: jose.vanegasmejia@yahoo.es



Entre las alegrías que los colombianos todavía conservamos en medio de numerosas frustraciones, están los triunfos alcanzados por nuestros deportistas. Aún perduran en nuestras retinas las imágenes de atletas en podios internacionales; con su talante de campeones, solo inclinan la cabeza para recibir medallas que simbolizan la culminación exitosa de sus gestas deportivas; al fondo suenan las notas de nuestro Himno Nacional, que muchos se empeñan en calificar como el más bello del mundo. La euforia es total, en estos casos.

Cuántas veces la televisión nos trajo la imagen de Caterine Ibargüen en plena acción, airosa, confiada, sencillamente extraordinaria. Sus zancadas, sincronizadas para batir marcas en muchos países, nos hicieron vibrar y sentirnos cada vez más orgullosos de ser colombianos. Su esfuerzo personal para ser la mejor del mundo en su especialidad, sus privaciones y sacrificios para mantenerse en forma y, sobre todo, la hermosa sonrisa que siempre nos brindó, hacen de Caterine un personaje inolvidable. No tenemos para ella sino palabras de agradecimiento. ¡Que te vaya bien en tu vida futura! y “gracias totales”, como decía el cantante argentino Gustavo Cerati.

Ese agradecimiento no podemos expresarlo con solo unas palabras. Nuestra Caterine merece siquiera un consejo, unas recomendaciones que ojalá tenga presente en los próximos años, sobre todo si persiste en vincularse a una actividad distinta a la que ha practicado toda su vida. Caterine Ibargüen, la niña de pobre cuna, la humilde deportista que con tenacidad, capacidad y esfuerzo conquistó los máximos galardones en el atletismo mundial, incursionará en la política colombiana. ¡Dios la tenga de su mano!

Entendemos que toda persona tiene derecho a trazar su camino y seguirlo de acuerdo con la determinación tomada. En el caso de nuestra heroína de ébano, su franqueza, sencillez y patriotismo nos permiten confiar en su deseo de servir a la sociedad; entre ceja y ceja tendrá el propósito de mejorar de alguna manera la precaria condición social de las comunidades deprimidas, que tan bien conoce. Pero –ese pero que nunca falta cuando hablamos de cosas buenas– Caterine comenzaría a pisar arenas movedizas, pantanos de apestoso cieno que no podría saltar, como hasta ahora lo ha hecho en las pistas internacionales.

Es difícil imaginar a Caterine Ibargüen en medio de la podredumbre que la rodeará en el Congreso de la República, recinto donde buscarán manipular sus ideas y terminará como una “Honorable” más, responsable de “micos”, “jugaditas” y otras variadas triquiñuelas con las que los autollamados “padres de la Patria” irrespetan al pueblo colombiano y saquean el erario. No. A Caterine eso no le queda bien; pero parece que su ingenuidad la orientará hacia ese destino.

Si fuese posible aconsejar a la excampeona mundial del salto triple, le haríamos ver que ella está por encima de la ambición de quienes la han convencido de incursionar en la política; que solo lo hacen porque saben que a un ciudadano del común le resulta difícil negarle el voto a la reina del atletismo colombiano. Ella no sabe –en medio de su candidez– que su inmensa influencia en el pueblo solo servirá para favorecer a un partido político tradicional. En un debate en el Parlamento, no quisiéramos oírla, despistada, preguntar por quién debe votar.

Los admiradores de Caterine Ibargüen quisiéramos verla en la dirección de algún instituto nacional relacionado con el deporte. Ella, como pocas personas, conoce las necesidades de esta disciplina, sus carencias y la manera como podrían desarrollarse planes y programas para favorecer a la comunidad. De ese modo, la reina del salto triple cumpliría sus anhelos de impulsar a niños y jóvenes que, como ella en sus inicios, esperan conquistar el mundo con el poder del músculo. ¡Ah!, y de paso, Caterine evitaría dar ese salto que, sin duda puede ser al vacío.