Dos obras recientes sobre García Márquez

Columnas de Opinión
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Escrito por:

José Vanegas Mejía

José Vanegas Mejía

Columna: Acotaciones de los Viernes

e-mail: jose.vanegasmejia@yahoo.es



En abril de este año apareció en las librerías “Gabo + 8”, del escritor antioqueño Guillermo Angulo. Un mes más tarde se publicó “Gabo y Mercedes: una despedida”, escrito por Rodrigo García Barcha, hijo mayor del premio Nobel colombiano. Son dos miradas diferentes sobre nuestro máximo escritor.

Guillermo Angulo, a quien García Márquez siempre llamó ‘Anguleto’, nos cuenta numerosas anécdotas de su amigo. En su obra no se limita a perfilar un retrato de Gabo ni a destacar los méritos del “hijo del telegrafista de Aracataca”. Es un mosaico que nos permite conocer diferentes facetas del escritor. Ocho personajes importantes en su vida son llevados a primer plano.

Así es como nos acercamos a ellos. Álvaro Mutis, su más riguroso crítico, consultor y corrector de estilo. Plinio Apuleyo Mendoza, ocasional auxiliador económico y compañero de actividades periodísticas. Álvaro Cepeda Samudio. También está en la obra de Angulo el crítico literario Hernando Valencia Goelkel, cofundador de la revista Mito. Otros personajes que se mencionan en la obra son: Manuel Mejía Vallejo, Alberto Aguirre y el fotógrafo Hernán Díaz; de igual manera el autor nos recuerda la amistad de Gabo con Manuel Zapata Olivella, el arquitecto Rogelio Salmona, los pintores Enrique Grau y Alejandro Obregón. La representante literaria de García Márquez, Carmen Balcells, ocupa un espacio en “Gabo + 8”.

Guillermo Angulo viajó de urgencia de Colombia a México para encontrarse con su amigo moribundo pero solo alcanzó a despedirlo con un beso en la frente, una hora después de fallecido el Nobel. Este pasaje del libro es muy patético.
“Gabo y Mercedes: una despedida” es una obra escrita a través de las lágrimas porque, como lo poetizara en “Los heraldos negros” el peruano César Vallejo, “Hay golpes en la vida, tan fuertes…/ ¡yo no sé! / Golpes como del odio de Dios; / como si ante ellos, / la resaca de todo lo sufrido / se empozara en el alma…/ ¡yo no sé!”. Es un relato intimista, de soledad y desamparo; es la impotencia para retener en el seno familiar la figura amorosa del padre.

En “Gabo y Mercedes…” todo ocurre de puertas para adentro en un ritual cotidiano en el que el patriarca se mueve sin tener conciencia de lo que ocurre a su lado. Mucho antes de su deceso, había comenzado el ocaso de quien siempre vivió apoyado en su prodigiosa memoria. Como lo afirma Guillermo Angulo, “se había venido muriendo de a poquito, de recuerdo en recuerdo, de olvido en olvido, de imagen en imagen, de palabra en palabra, en indefinible lapso que duró un poco más de diez años. Finalmente llegó el vacío de las palabras y los recuerdos, que son la vida”.

Algunas expresiones de Rodrigo García muestran cómo en varias ocasiones la familia pasaba de la esperanza al desconsuelo. En la obra consignó: “Nos encanta que esté despierto y los médicos y enfermeras se emocionan de conversar con el legendario maestro. Habla con una propiedad que hace olvidar, en la alegría del momento, que lleva años sumido en la demencia, y que el hombre con el que hablamos casi no está presente ni entiende nada, y apenas es él”. El tono triste del libro continúa: “Me paro a los pies de la cama y lo observo, deteriorado como está, y me siento a la vez su hijo (su hijito) y su padre. Estoy sumamente consciente de que cuento con una panorámica excepcional de sus ochenta y siete años. El principio, la mitad y el final están frente a mí y se despliegan como un libro en acordeón”. Sin duda, “Gabo + 8” y “Gabo y Mercedes: una despedida” son dos testimonios que se complementan.