Muchas antologías no son confiables

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Escrito por:

José Vanegas Mejía

José Vanegas Mejía

Columna: Acotaciones de los Viernes

e-mail: jose.vanegasmejia@yahoo.es



A raíz del último artículo aparecido en esta columna periodística, titulado 'Un poeta no olvidado del todo', por referencia a Julio Flórez, han surgido preguntas sobre las razones por las cuales se pretende mantener en el olvido a tantas personas importantes en Colombia.

Lo que sorprende y decepciona es que profesionales conocedores de la historia y de la literatura colombianas no aprovechen sus condiciones expositivas para ilustrar a los ignorantes sobre las verdaderas motivaciones que tienen los apologistas para deformar hechos y omitir cualidades de personajes valiosos. Qué grato sería escuchar o leer a esos expertos si expusiesen las ejecutorias de esos seres que dieron lustre a la nación pero que, por conveniencias políticas, no se los incluye en dichas apologías.

Volviendo a la literatura, las antologías de hace algunos años tenían el cuidado de no contrariar a la Iglesia. Es más: parece que se consultaba al clero la inclusión o no de algunos nombres de personajes. Para los antologistas no existieron Vargas Vila, por su condición de ateo irredimible, ni Candelario Obeso, tal vez por su doble pecado: tener la piel oscura y haberse suicidado. Sin embargo, José Asunción Silva, otro ilustre suicida, conserva intacta la admiración de los intelectuales. No era negro, hay que aclarar. Es muy probable que el novelista, dramaturgo, filólogo y cineasta Fernando Vallejo nunca aparezca en las antologías de la literatura colombiana moderna.

En el ámbito de la historia no ocurre nada distinto. ¿Quién recuerda la Historia de Colombia, de Henao y Arrubla? Pues bien. Daba lo mismo leer ese texto que consultar otro exigido por los profesores en el bachillerato. De todas maneras, los contenidos seleccionados para los estudiantes ignoraban, en forma premeditada y perversa, muchos datos importantes sobre hombres y mujeres de verdadera valía en la vida colombiana. ¿Se destaca allí la egregia figura del almirante José Prudencio Padilla? Nunca leímos en ese libro, ni en textos similares, una biografía del marino nacido en Riohacha, Guajira, no obstante ser el triunfador de la batalla del Lago de Maracaibo, en 1824. Allí derrotó, con menos hombres y embarcaciones, a la flota española. Su triunfo selló la independencia de Venezuela.

De Luis A. Robles solo se ocupa, entre nosotros, el académico e historiador José Manuel Rodríguez Pimienta, quien dejó plasmada la trayectoria del 'Negro' Robles en una colección patrocinada por el Banco de la República hace algunos años. La vida de este político y estadista merece capítulo especial, si se quiere destacar siquiera parte de los valiosos servicios que prestó a la democracia colombiana.

Pocos colombianos saben que en 1861, entre el 25 de enero y el 18 de julio, ejerció la presidencia de la Confederación Granadina, Juan José Nieto Gil. La historia no registra su nombre "por negro y por costeño", según palabras del historiador y sociólogo Orlando Fals Borda, quien dedicó muchos años a rastrear la vida y obra de Nieto Gil como militar, político, estadista, escritor y periodista. Nacido en Sibarco, Atlántico, el 24 de junio de 1805, desempeñó la primera magistratura durante la ausencia del general Tomás Cipriano de Mosquera. Nieto escribió la primera novela histórica colombiana: 'Ingermina o la hija de Calamar'.

Estos personajes excluidos de los textos de literatura y de la historia, merecen ser destacados, para contrarrestar siquiera parcialmente el olvido al que han sido sometidos.