Informalidad laboral en Santa Marta: el reflejo de una ciudad en decadencia

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Escrito por:

Veruzka Aarón Torregrosa

Veruzka Aarón Torregrosa

Columna: Opinión

e-mail: veruzkaaaron.t@gmail.com

Twitter: @veruzkaaaron


El último reporte del Dane, reveló que la informalidad en Santa Marta llegó al 65 % en el trimestre móvil de marzo-mayo/2021, ubicándola como la cuarta ciudad con dicho índice más alto en Colombia. El empleo informal según la OIT, “ Incluye todo trabajo remunerado que no está registrado, regulado o protegido por marcos legales o normativos, así como también trabajo no remunerado llevado a cabo en una empresa generadora de ingresos”. Es decir, el 65% de los trabajadores de Santa Marta, se desempeñan por fuera de la Ley y sin protección laboral y/o social.

Aunque la informalidad, debe reconocerse como un flagelo estructural que siempre ha estado presente en la economía local, aunado a ello, nunca antes en la historia reciente de esta ciudad, sus principales indicadores habían caído en conjunto de forma tan profunda y sostenida, como ha sucedido durante la última década. Dado que durante dicho periodo, ha gobernado una misma línea política que, según sus líderes, se ha constituido un nuevo “modelo de gestión” que busca diferenciarse de sus antecesores, bien vale la pena comparar los resultados que frente a los principales indicadores socioeconómicos estos han logrado, respecto a lo que recibieron a su llegada al poder (año 2011). 

En ese orden, la informalidad, hoy del 65%, se estimaba que para Santa Marta, por ser una ciudad intermedia como Cartagena y Montería, oscilaba en el 2011, entre el 40% y 60% (en 2011, la informalidad en Santa Marta, aun no era analizada por el Dane). Respecto al índice de pobreza en la ciudad, entre los años 2010-2011, este se redujo del 40.20% al 38.33%, es decir, 5.730 personas dejaron de ser pobres. Asimismo, la pobreza extrema disminuyó del 8.53% a 7.9%; aproximadamente 2.300 personas dejaron de ser pobres extremos. Contrario a esto, según el último reporte del DANE (mayo de 2021), la pobreza en Santa Marta, alcanzó el 55.1%, mientras que la pobreza extrema se ubicó en el 23.1% (la tercera más alta del país, después de Riohacha y Quibdó). La tasa de desempleo que en el 2011, cerró con el 10.2% (cuarta más baja del país), hoy, cabalga sobre el 15.8%.

Ante estas cifras no proceden discursos populistas, ni delirios de persecuciones políticas. Estos resultados, solo pueden explicarse como el producto de la ineptitud de quienes han gobernado, aquellos a los que la ciudad les quedó grande. No se trata aquí de defender ni atacar la gestión de nadie, no obstante, en esta ciudad, desde hace mucho se requiere hablar claro y con argumentos sólidos para elevar el nivel de un debate, que no ha pasado de ser una vulgar vendetta por el poder político y económico, entre los “de antes”, los “de ahora” y los “de siempre”. Mientras tanto, la ciudad se quiebra ante todos.

Santa Marta, necesita urgentemente recuperar el camino de la planificación, la defensa de lo público, pero ante todo, el sentido de pertenencia de su gente y sus líderes. Todo esto, debe ser puesto en valor para impulsar actividades socioeconómicas de alto impacto como el turismo, un sector disminuido a falta de un efectivo liderazgo empresarial y público local, pese, a que la ciudad tiene muchos elementos y atractivos con que destacarse en los mercados nacional e internacional. Es a este sector, al que gobiernos en el mundo le han apostado para reactivar sus economías, tal es el caso de países como Italia, España, Estados Unidos, México, los cuales, no han perdido tiempo para adaptar sus ofertas a la “nueva realidad”. Esta decisión es válida, dado que el turismo competitivo, además de estimular la inversión, la generación de empleo, el aumento del ingreso per-cápita, impulsa otros sectores asociados.

Para este y todos los propósitos de ciudad, se requiere compromiso y actitud por parte de la ciudadanía en pleno. Los samarios, no pueden continuar ajenos a los resultados de sus gobiernos, pues, directa e indirectamente la calidad de sus vidas siempre se verá afectada. Asimismo, no deben permitir que sus necesidades e insatisfacciones sean nuevamente manipuladas con fines mezquinos, que no han dejado más que decadencia para el territorio, así como división y pobreza para su gente.