Uribia sepultó 79 años de historia literaria

Columnas de Opinión
Tamaño Letra
  • Smaller Small Medium Big Bigger

Escrito por:

Jesús Iguarán Iguarán

Jesús Iguarán Iguarán

Columna: Opinión

e-mail: jaiisijuana@hotmail.com


Es insólito pensar que sólo tres palabras enlutan a una región, Idalides ha muerto, es una frase que no se repetirá jamás.
Cuando aún nos quedaba mucho por aprender de ella, se nos ha marchado de manera repentina dejando en la orfandad la literatura de la región que siempre amó y que eternamente la inspiró, en sus libros “Uribia tierra de sus sueños” “Costumbres y Tradiciones del grupo étnico wayuu” “Origen y Secuencia del Festival de la Cultura Wayuu” “Mitos y Leyendas del grupo étnico wayuu” Compendio de poemas “mis huellas en el tiempo” escritos, más con el corazón que con su propio talento.

Fue Idalides la mujer del sombrero, que se nutrió de literatura guajira, fue la radiografía poética de su pueblo, fue ella una dama glorificada en proeza, mujer valerosa de grandes servicios, fue criada en nido de luchadores, muy jovial y de alegre trato, como mujer literaria activa, fijó en ella una robustez maciza que la inspiró para sus grandes relatos de su inolvidable etnia.
Sus estudios de licenciatura de la educación en la Universidad Javeriana Básica Primaria, le sirvió para imponer disciplina a sus discípulos, despertar simpatía frente a sus colegas, cultivar jóvenes para el éxito perdurable.

Uribia sepultó, 79 años de historia literaria, 79 años de nobleza, 79 años pulcritud y diafanidad, 79 años de educación escolar y 100 años de sabiduría.

Muy dura prueba sufre con este alejamiento el pueblo, que fue “tierra de sus sueños”, hoy esa región deplora la pérdida de una mujer magnánima, austera, ilustrada y valiente que vivió ligado a nuestros suelos con irrompibles raíces de muy honda penetración. Supo Idalides amar su pueblo con ferviente fervor que jamás supo disimular, laboró en el progreso de la educación, ayudó a moldear a la juventud, proveyó de conocimientos a varias generaciones, sirvió a Uribia y a la causa de su predilección con desprendimiento memorable, con abnegación y moralidad, sin ostentación de su esfuerzo y sin más galardón que el de su íntimo agrado, fruto del pensar sincero del deber cumplido. Y como supo ser leal consigo mismo y con sus compañeros, el respeto social le acompañó doquiera a todo lo largo de su peregrinación sin desmayo y sin desvíos que pregona su integridad sin mancha.

Como ciudadana tiene mucho que aprender la juventud presente y las futuras, y su vida hogareña es un pulido espejo y transparencia. En suma, ¿qué heredamos de esta educadora servicial e ilustre uribiera?

El fruto de su esfuerzo en obra de largo estudio y fecundo pensar, la memoria de una vida sin sombra consagrada al porvenir de su pueblo, al trabajo, a la juventud y a un hogar modelo; a Elías Brugés el compañero de su vida, a sus hijas, quien es un perfecto modelo de hombre fuerte, a sus hijas que perpetúan con su sangre la tradición de virtud inherente a su estirpe, las que sabrán honrar y encarnar su gloria literaria. Todas estas hazañas e inefable herencia no pueden valorarse en precio de oro, ni de diamante, por son muy pobre signo para parangonarlas.

Bendita sea para siempre la memoria esta millonaria de espíritu, que, a su llegada a la eternidad, le arrancará una sonrisa al creador y un coro de ángeles harán plausible su bienvenida.