Zadoc Guardiola: un talento que se desperdició

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Escrito por:

José Vanegas Mejía

José Vanegas Mejía

Columna: Acotaciones de los Viernes

e-mail: jose.vanegasmejia@yahoo.es



En la década de los años 50 reinó en el deporte colombiano un atleta excepcional que dominó con solvencia las competencias de los 200 y los 400 metros planos y con vallas. Desde 1947, cuando se colgó la medalla de oro en el Campeonato Bolivariano en Lima, Jaime Aparicio fue noticia en juegos Panamericanos, Centroamericanos y Suramericanos. Su consagración y disciplina le permitieron competir por nuestro país en Australia. Sin embargo, el atleta caleño, nacido en 1929, encontró en su camino a Zadoc Guardiola, una sombra que le mortificó por momentos en su carrera deportiva.

En una columna periodística no cabe la gloria de Zadoc Guardiola. Su destacada estatura le permitió sobresalir en las pistas del país y del exterior como atleta nacido para batir marcas. Este samario, a quien localmente conocimos con el apodo de ‘Calilla’, vivió rodeado de necesidades económicas que impidieron su ascenso a los más altos peldaños del atletismo mundial. Sin embargo, en el plano nacional y latinoamericano realizó proezas que todavía se cuentan por ahí. Por sus facciones podría habérsele confundido con los naturales de la India. Pero no. Zadoc acrecentó el color moreno de su piel con los rayos que el sol de los pescadores concentró en su cuerpo mientras lanzaba chinchorros y atarrayas en las playas de Santa Marta.

Como suele ocurrir en nuestra ciudad, el nombre de este campeón de los 400 y 800 metros planos y destacado competidor en las pruebas con vallas, ha caído en el olvido. Fue simplemente un humilde pescador, con vicios menores que van un poco más allá de las llamadas travesuras. Pero en el atletismo fue la máxima expresión de su época. Cuando le ganó a Aparicio, en plena ceremonia de premiación tuvieron que borrar del trofeo el nombre del caleño y remplazarlo por el de Zadoc Guardiola. Este triunfo causó revuelo en el deporte colombiano e internacional.

De Zadoc Guardiola se sabe que su niñez y su juventud transcurrieron en medio de extrema pobreza. En una entrevista él contaba que, al correr, su largo tranco lo favorecía cuando competía con muchachos de su edad. En el juego llamado triqui-triqui siempre sacaba ventaja. Se trataba de golpear con un palo o vara un trocito de madera y luego correr, contando los pasos, hasta donde había caído dicho trozo. Se convirtió así en atleta pero sin la técnica ni la preparación física necesarias. Sin embargo, Zadoc Guardiola alcanzó los triunfos que hemos mencionado.

Los niños y las futuras generaciones oirán decir que un deportista samario venció a los mejores atletas del continente americano, pero su futuro se diluyó en las arenas de la playa de ‘Los Cocos’, en el barrio La Tenería, en Santa Marta, mientras esperaba que los peces ‘picaran’ la carnada o cayeran en los chinchorros que vigilaba durante todo el día.

Aunque sabemos que la desidia de los gobernantes samarios y del Magdalena no les permite reconocer los méritos de quienes en verdad son ejemplo para las juventudes de estas tierras, esperamos que algún día nuestros escenarios deportivos dejen de perpetuar los nombres de políticos –que en su vida no jugaron ni con tierra– para dar paso a esas personas que en algún momento dieron a conocer el nombre de nuestra ciudad.

Para cerrar esta columna, citemos las palabras de Jaime Aparicio, quien se convirtió en gran amigo de Guardiola y lo socorrió económicamente en varias ocasiones: “El rival más temido por mí en toda América era Guardiola, porque tenía todas las condiciones. Lo que pasaba con él era que no entrenaba. Lamentablemente fue un talento que se desperdició”.


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