Neruda: el más grande poeta de América

Columnas de Opinión
Tamaño Letra
  • Smaller Small Medium Big Bigger

Escrito por:

José Vanegas Mejía

José Vanegas Mejía

Columna: Acotaciones de los Viernes

e-mail: jose.vanegasmejia@yahoo.es



El 23 de septiembre de 1973, solo doce días después del asesinato del presidente Salvador Allende, murió Pablo Neruda.

Nació en Parral, Chile, con el nombre de Neftalí Ricardo Reyes Basoalto, el 12 de julio de 1904.

En este aniversario de la desaparición del poeta, un homenaje diferente para el insigne bardo puede ser la lectura de sus discursos parlamentarios publicados bajo el título 'Yo acuso', de la Editorial Oveja Negra.

En esta obra veremos, más que al poeta, al hombre político que siempre fue.

Y para recordarlo como un ser transparente, sencillo como el agua o los componentes de sus famosas "Odas elementales", citemos sus propias palabras contenidas en la obra autobiográfica "Confieso que he vivido":

"Mi padre no ha llegado. Llegará a las tres o a las cuatro de la mañana. Me voy arriba, a mi pieza: Leo a Salgari. Se descarga la lluvia como una catarata. En un minuto la noche y la lluvia cubren el mundo.

Allí estoy solo y en mi cuaderno de matemática escribo versos.

A la mañana siguiente me levanto muy temprano.

Las ciruelas están verdes. Salto los cerros. Llevo un paquetito con sal. Me la como. Así hasta cien ciruelas. Ya lo sé que es demasiado.

Como se nos ha incendiado la casa, esta nueva es misteriosa. Subo al cerco y miro a los vecinos. No hay nadie. Levanto unos palos. Nada más que unas miserables arañas chicas.

En el fondo del sitio está el excusado. Los árboles junto a él tienen orugas. Los almendros muestran su fruta forrada en felpa blanca.

Sé cómo cazar los moscardones sin hacerles daño, con un pañuelo. Los mantengo prisioneros un rato y los levanto a mis oídos. ¡Qué precioso zumbido!

Qué soledad la de un pequeño niño poeta, vestido de negro, en la frontera espaciosa y terrible. La vida y los libros poco a poco me van dejando entrever misterios abrumadores.

No puedo olvidarme de lo que leí anoche: la fruta del pan salvó a Sandokán y a sus compañeros en una lejana Malasia. No me gustó Búffalo Bill porque mata a los indios. ¡Pero qué buen corredor de caballo! ¡Qué hermosas las praderas y las tiendas cónicas de los pieles rojas!

Muchas veces me he preguntado cuándo escribí mi primer poema, cuándo nació en mí la poesía. Trataré de recordarlo.

Muy atrás en mi infancia y habiendo apenas aprendido a escribir, sentí una vez una intensa emoción y tracé unas cuantas palabras semirrimadas, pero extrañas a mí, diferentes del lenguaje diario.

Las puse en limpio en un papel, preso de una ansiedad profunda, de un sentimiento hasta entonces desconocido, especie de angustia y de tristeza.

Era un poema dedicado a mi madre, es decir, a la que conocí por tal, a la angelical madrastra cuya suave sombra protegió toda mi infancia. Completamente incapaz de juzgar mi primera producción, se la llevé a mis padres. Ellos estaban en el comedor, sumergidos en una de esas conversaciones en voz baja que dividen más que un río el mundo de los niños y el de los adultos.

Les alargué el papel con las líneas, tembloroso aún con la primera visita de la inspiración. Mi padre, distraídamente, lo tomó en sus manos, distraídamente lo leyó, distraídamente me lo devolvió, diciéndome: --¿De dónde lo copiaste? Y siguió conversando en voz baja con mi madre de sus importantes y remotos asuntos.

Me parece recordar que así nació mi primer poema y que así recibí la primera muestra distraída de la crítica literaria."