Ni tan brutus

Columnas de Opinión
Tamaño Letra
  • Smaller Small Medium Big Bigger

Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



Después de aquella curiosa entrevista en la que el presidente Santos dijo que al final de su mandato quería ser recordado como el traidor de su clase, al estilo Churchill, se frota uno las manos pensando cual será el momento elegido por nuestro jugador de póker para dar el anhelado zarpazo.

Creo que me quedaré con las ganas, porque traición lo que se llama traición, no habrá, o por lo menos no en este primer periodo.

Me cuesta trabajo creer que Santos sea tan valiente de enfrentársele en el primer periodo a los grandes cacaos del país. Estos últimos han elegido y reelegido presidentes a su antojo, y ellos son realmente los verdaderos detentadores del poder político, o el poder tras bambalinas como también se le conoce. No se puede ser Presidente de Colombia sin el beneplácito de los cacaos.

Se podría por las vías de la revolución. Al fin y al cabo la mayoría de las revoluciones populares triunfantes han tenido profundas raíces elitistas, y Santos es de la élite. Sin embargo, el presidente Santos tiene pinta de cualquier cosa, menos de agitador profesional o de caudillo popular.

Y por muy buen jugador de póker que Santos pueda ser, los cacaos no llegaron adonde llegaron sin saber cómo se juega el juego del poder. Presidentes van y presidentes vienen, y ellos siguen ahí, impasibles e inamovibles llenando cada vez más sus arcas.

Dicho en plata blanca, si Santos quiere ser reelegido como ha dicho, aunque usando eufemismos al estilo Obama, necesita del apoyo de los cacaos.

Hago un paréntesis para comentar la mala costumbre que están adquiriendo nuestros presidentes de turno -cuando quieren ser reelegidos pero sienten que no les queda bien proponerlo- se buscan un idiota útil que lo haga por ellos.

Y dicen, cual damiselas coquetonas, que no les gustaría y que esperan cumplir con sus metas en cuatro años, cuando todos bien sabemos que es una imposibilidad física resolver siquiera la mitad de los problemas más graves que aquejan a Colombia en los próximos veinticinco años.

Creo que deberían ser frenteros y decir desde el puro comienzo que necesitan los ocho años para intentar cumplir con sus programas, y san se acabó. Y como no lo hacen, terminan siendo protagonistas de novela, pero de un culebrón político a la mejicana.

En días recientes Pardo se ofreció de voluntario para hacer el papel de idiota útil y salió a decir que le sonaba que Santos repitiera.

No bien había Pardo terminado de hacer su anuncio, cuando actores importantes de la política nacional salieron a decir que era muy prematuro pensar en esto a solo un año de gobierno. Esto porque todavía no nos hemos recuperado del todo de la segunda intentona reeleccionista del señor Uribe.

A mí me parece que tienen razón quienes dicen que aún es muy prematuro pensar en reelección. A pesar de haber sido un defensor acérrimo del presidente Santos, creo que todavía no ha mostrado nada que haga clamar por su continuidad.

Santos hasta el momento pareciera estar gobernando como si estuviera en Inglaterra y no en Colombia. Se aplaude la intención de querer cambiar la agenda del país y darle mayor énfasis a lo social sobre lo militar, pero las agendas no pueden cambiarse ni caprichosa ni abruptamente. Es un proceso que toma tiempo y que tiene que estar en sintonía con las circunstancias del país.

Considero que la realidad que vivimos los colombianos muestra claramente, que la paz militar es aún la primera prioridad. Hay que hacer lo social porque es justo, y es en últimas lo que asegura la sostenibilidad de la paz y genera bienestar. Pero tenemos que tener claro que la paz social, en Colombia y por mucho tiempo, solo puede construirse sobre la paz militar.

Solo cuando el Estado tenga el monopolio de las armas y todas las estructuras delincuenciales hayan sido desarticuladas, se podrá trabajar en serio en la construcción de un Estado con verdadera inclusión social.

Mientras persistan estas estructuras delincuenciales y mafiosas, todos los logros alcanzados en lo social, incluyendo Ley de Tierras, serán flor de un día. Aquellos que fueron despojados, lo serán nuevamente porque quienes los despojaron siguen todavía vigentes.

El cambio de mando en las Fuerzas Militares hace pensar que el Presidente entendió parcialmente el mensaje, que tanto, no sabemos todavía.

Creo que no hay mayor peligro para un país, que un Presidente que quiere ser un presidente moderno y del siglo veintiuno en un país tercamente anclado en el siglo dieciocho.

Por lo pronto, no habrá ninguna traición, ni habrá bancos ni empresas nacionalizadas, y anticipo que Santos terminará sus dos mandatos no como el traidor de su clase sino como su niño mimado.