Colombia: entre la pandemia del coronavirus Vs la epidemia de la corrupción

Columnas de Opinión
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Escrito por:

José Noriega

José Noriega

Columna: Opinión

e-mail: jmartinnoriega@hotmail.com



“La soberbia es una discapacidad que suele afectar a pobres infelices mortales que se encuentran de golpe con una miserable cuota de poder” (General José de San Martín – Militar y prócer argentino)
En medio de la debacle institucional y la paquidermia administrativa por culpa de la pandemia denominada coronavirus, que ha socavado las entrañas del pensamiento de los más optimistas frente a los menos pesimistas, estamos capoteando esta terrible e inmisericorde realidad de la manera como lo estimamos conveniente, aunque para ello es proterva y hasta vergonzosa la forma abyecta y perversa como se han venido tomando decisiones gubernamentales, en donde cada quien, como es apenas obvio y acostumbrado en el país, termina haciendo lo que le viene en gana, sin importarle ni el cómo, ni el cuándo, sino el para qué, y aquí es donde la puerca tuerce el rabo.

El deprimente espectáculo de ejercicio de poder del que han dado muestra algunos mandatarios regionales en el país, en donde cada uno de ellos quiere o pretende mostrarse como el gamonal del pueblo, y pretendiendo poner en tela de juicio la autoridad superior dentro de un sistema de gobierno centralista, no es sino una arista de los imperialistas y satrápicos abusos de poder de aquello alcaldes y gobernadores de pacotilla que con ínfulas napoleónicas están demostrando que hacen lo que les da la gana, sin importarles un rábano el orden y jerarquía constitucional en donde, como siempre, el que lleva del bulto es el pueblo raso, esa sufrida masa amorfa de seres humanos en la que sólo piensan a la hora de ir a las urnas, y después, que se lo lleve el mismísimo mandinga

Algunos dictadorzuelos distritales y regionales se han pasado por la faja las directrices superiores constitucionales, e inclusive los llamados al orden por parte de algunos entes de control disciplinario, fiscal y penal, a quienes, para muchos de ellos, le resbala esas advertencias y siguen haciendo lo que están acostumbrados a hacer, por cuanto para ellos el respeto a las normas no es más que un saludo a la bandera y prueba de ello es que se ufanan de lo que hacen y pagan grandes sumas de dinero para que los encuesten y publiciten.

Para comenzar, tenemos el trillado y tan cacareado caso de las ayudas estatales y gubernamentales para llegar a la población más vulnerable llevándole un miserable mercado que ajustan y acomodan a los precios que más se ajustan a sus mezquinos propósitos, a los cuales le incrementan lo humano y lo divino, convirtiendo esta hecatombe mundial en una verdadera e imperdible oportunidad para pescar en río revuelto y sacar una buena tajada de la situación y aunque los entes de control anuncian investigaciones exhaustivas, no pasa nada, en el entendido que muchos de estos gobernantes están acostumbrados a hacer eso desde tiempo atrás y siguen orondos dando órdenes y hablando de autoridad moral y rectitud administrativa, cuando no son más que unos cleptócratas empedernidos que han esquilmado las arcas de sus administraciones, con los consabidos raquíticos y famélicos resultados sociales.

Esta situación ha atiborrado de náuseas y estupor al grueso de la sociedad, al punto que el mismo Presidente ha llamado a algunos de ellos como ratas de alcantarillas y a quienes como tal hay que tratar con la crudeza de las leyes y poner a buen recaudo, porque ya es hora que los corruptos sientan el brazo pétreo de la ley y asuman sus responsabilidades siendo sometidos al imperio de la ley, pero de una ley seria e implacable que les purgue toda su inveterada y soslayada maldad.