“Qué golfo del Mar Báltico está situado entre Suecia y Finlandia?” “Botnia”, respondió Manu, uno de los cuatro concursantes del equipo de Los Lobos, quienes ese lunes, al filo de la medianoche madrileña, hacían historia:
Pero la hazaña de Los Lobos no se forjó a fuerza de quinientos golpes de suerte consecutivos, sino que es la recompensa suprema a los años de disciplina de uno de los oficios más curiosos de España: Concursante profesional. Y es que, tras la crisis de 2008, muchas personas encontraron en los concursos de las tardes una alternativa rentable para el sustento de sus vidas. Esta ingeniosa adaptación a los tiempos difíciles que vivía la economía gestó una camada de participantes que elevaron la dificultad de estos programas a otro nivel. Desde jornadas diarias de cuatro horas estudiando montañas de apuntes donados por concursantes retirados, hasta la utilización de intrincados softwares extranjeros especializados en reforzar la memoria, la sofisticación que alcanza la preparación de varios de ellos roza los linderos de la rigurosidad olímpica.
Pero en la competencia no se quedan atrás, puesto que “¡Boom!” se enfrenta al popular “Pasapalabra”, donde el reto está en exprimir 85 segundos para descubrir 25 palabras por su definición en el diccionario. Aunque lejos de los números colosales cosechados por Los Lobos, el programa ha tenido concursantes que acumulan más de 250 episodios o duelos eternos entre rivales que se ganan el cariño del público por sus largas apariciones y múltiples empates, como los 75 consecutivos estelarizados por Jero Hernández y Orestes Barbero. De no ser por la sentencia del Tribunal Supremo que en octubre ordenó la suspensión inmediata de Pasapalabra por un tema de regalías, seguiría siendo el concurso más visto de las tardes en España.
Así sea en “¡Boom!”, “Pasapalabra” o el inmortal “Saber y Ganar”, el reciclaje de participantes experimentados es una constante, y así es como estos particulares personajes, quienes muchas veces deben congelar sus estudios o solicitar excedencias no remuneradas en sus trabajos para gestionar el frenético ritmo de entrenamientos y grabación, terminan convertidos en celebridades . Desde ganadores del premio Nobel en cualquier categoría hasta apellidos de políticos polacos venidos a menos durante la debacle del comunismo, pasando por partes anatómicas que la mayoría ni sabemos que tenemos, el océano de conocimientos que se requiere para ganar es tan profundo que solo estos atletas de élite pueden navegarlo.
De cualquier forma, es de aplaudir la laboriosa tarea de estos concursantes profesionales, quienes ante la adversidad, hicieron del conocimiento un oficio en sí mismo.