Guerra fría 2.0

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Hernando Pacific Gnecco

Hernando Pacific Gnecco

Columna: Coloquios y Apostillas

e-mail: hernando_pacific@hotmail.com



Se equivocó rotundamente Francis Fukuyama; erraron quienes celebraron sus ideas, gestadas tras la caída del Muro de Berlín, a modo de heraldos de un mundo feliz, como el Aldous Huxley.
Todo sería uniforme, sin guerras ni revoluciones. Creyéndose Hegel, predijo que el mundo giraría alrededor de un pensamiento único, sin controversias; solo existiría lo que llamó “democracia liberal”. Los arúspices de un gobierno único mundial alrededor de los Estados Unidos a manera de un nuevo imperio romano, cabalgando sobre las cuatro bestias apocalípticas de la soberbia, la ignorancia, el desprecio y el miedo, espoleadas éstas con silencios sincopados y propaganda estratégica. Encerrados también en su propia ignorancia de la historia y los pueblos, no visualizaron lo evidente: la uniformidad no existe en la naturaleza. Y esos iluminados tampoco entendieron que el equilibrio es una conjunción de fuerzas tanto opuestas como sinérgicas; y esas fuerzas aparecieron desafiantes.
Antes de terminar la Segunda Guerra, durante la Conferencia de Yalta y después en Potsdam, Roosevelt, Churchill y Stalin dividieron el mundo en dos, sin consultar a los pueblos afectados. Obligados estos a égidas opuestas, se olvidaron estadounidenses y soviéticos, devenidos entonces a potencias mundiales enfrentadas, de China y en general de los asiáticos, tanto del Pacífico como del Asia Menor. Y estos, en silencio, evitaron hacerse partícipes del orbital enfrentamiento, a pesar del fragor militar, ideológico y propagandístico librado en sus territorios por interpuestas fuerzas. América Latina, con el enclave soviético en Cuba, sintió los rigores de la Guerra Fría; la respuesta estadounidense al Kremlin fue la Escuela de las Américas, matriz prolífica de dictadores militares. Incluso, de ideología socialista, como Vladimir Padrino. Guerras libradas en el bautizado “tercer mundo” por los evangelios políticos, capitalismo y comunismo, dejaron más vencidos que vencedores. Todo debió acabar con la caída del Muro de Berlín, creyeron los occidentales: el regocijo por la derrota final de la Unión Soviética y su sistema político abría las puertas a esa quimera imaginada por Fukuyama.
La vida no es en blanco y negro: los colores y matices son infinitos. Entrado este siglo XXI, los fragmentos del antiguo mapa mundial bipolar se reconfiguraron en varias partes. China, que siempre fue imperio dominante hasta la llegada de los ingleses, quiere retornar a la gloria. Rusia, cabeza de la antigua Unión Soviética, busca recuperar su poderío extraviado. El mundo cambió definitivamente, y el aislacionismo es recuerdo instalado en los vetustos anaqueles de la historia. Hoy nadie escapa de la globalización, y el efecto mariposa es más perspicuo que nunca. Igual sucede con las ideologías y los nuevos medios de difusión. Antaño, los grandes medios dominaron la información, pero eran de periodistas. Ahora, adquiridos por los grandes conglomerados económicos, se convirtieron en plataformas de propaganda. Lo que jamás imaginaron los nuevos Goebbels es que Internet abrió boquetes en los rígidos muros de contención tradicionales. La información desde la fuente en tiempo real ha puesto en jaque a las grandes ballenas: lo hemos visto desde la Primavera Árabe, cuando las redes sociales fueron factor clave en los acontecimientos históricos allí ocurridos.
De ese mismo modo, las nuevas actividades propagandísticas se mueven ágilmente en las redes. Las mentiras disfrazadas de noticias, las posverdades, el daño moral al enemigo, amenazas y demás están a la orden del día. Son el vehículo más potente para difusión de las ideologías que compiten fieramente por la supremacía. Y la nueva Guerra Fría ocurre en Latinoamérica. A una elección inesperada, sigue una revuelta popular; el mundo multipolar se expresa en nuestra región a través de las redes, azuzando crudos combates ideológicos que muchas veces se transforman en reales lides armadas. Pero, al igual que antes, las grandes potencias quieren prevalecer enhiestas para dominar una región rica en recursos y clave geoestratégicamente. Es la nueva Guerra Fría, ahora librada en nuestro continente. El problema es que, como dicen en África, en pelea de elefantes, quien pierde es el pasto