“La Cantaleta” de Carlos Monery

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Escrito por:

José Vanegas Mejía

José Vanegas Mejía

Columna: Acotaciones de los Viernes

e-mail: jose.vanegasmejia@yahoo.es



Escribí esta nota hace seis años. Hoy, aún fresca la hierba sobre la tumba de Carlos Monery Barros, actualizo las palabras que nunca fueron suficientes para recordar al amigo recientemente fallecido:

Parodiando al cantautor mexicano Vicente Fernández, “no quedaba más remedio que escucharlo”. Estos conceptos podrían hilvanarse de mejor manera si surgieran de una entrevista o charla con el polifacético comunicador social creador de “La Cantaleta”. Pero acudo solo a la memoria para recomponer una especie de homenaje a Carlos Alberto, amigo de muchísimos años, desde cuando la educación primaria oficial en Santa Marta se impartía en las escuelas Sociedad Unión, Escuela Santander y unas cuantas más.

Carlos Monery Barros siempre fue así, como se mostraba en su “Cantaleta”. Recuerdo que su vínculo con la radio se produjo cuando apenas iniciaba su bachillerato en el Liceo Celedón. Ya en tercer año se presentaba a clases con ejemplares de una revista de farándula que repartía en forma gratuita. Se llamaba ‘Pantalla’ y era editada en Medellín o Bogotá. En esa publicación vi por primera vez una nota sobre Nelson Pinedo antes de que se convirtiera en el cotizado cantante de la Sonora Matancera; el barranquillero apenas se destacaba como locutor en Barranquilla. Pues bien, Monery nos tenía enterados de lo que pasaba en el ambiente artístico colombiano. Su paso por el Liceo Celedón marchó parejo con innumerables anécdotas que más de una vez le valieron suspensiones. El vicerrector lo tenía entre ceja y ceja ―y Carlos también a él―. Pero siguió siendo el mismo irreverente de siempre, sin ser jamás irrespetuoso.

Más tarde pasó Monery a Medellín, detrás de su sueño de ser un profesional. Era la época esa en que el bachiller no sabía qué carrera escoger y casi siempre se iniciaba en algo de lo cual no tenía idea. No quiero decir que este haya sido el caso de Carlos Monery. Lo que sí aseguro es que su vocación por la radio lo llevó a convertirse en la voz líder de un noticiero a nivel nacional, cuando esos programas entraban en cadena a todas las ciudades del país. Y siguió Monery con sus inquietudes artísticas mediante el uso de su voz. No sé cuántas canciones alcanzó a grabar, pero recuerdo un disco que me obsequió; en él aparecían dos canciones de su autoría. Lamento ahora no tener en mi poder esa joya musical de mi entrañable amigo ‘Mocarbarral’ (Monery Carlos Barros Alberto), como se hacía llamar en el bachillerato.

Hablando de la versatilidad de Monery en su verdadero campo como fue la radio, recuerdo el afán que mostraron unos turistas que llegaron a nuestra ciudad: tenían el encargo perentorio de grabar algunas emisiones del programa de Monery, por recomendación de otros visitantes que lo habían escuchado. Sin duda les parecía improvisada, desordenada pero en todo caso auténtica la aparente perorata de este comunicador samario.

Que no se engañe nadie: Monery era un hombre instruido que desarrolló una forma original de llegar a su vasta audiencia. Su vida fue la radio. Nunca mencionó su título profesional conferido por la Universidad del Magdalena. Por méritos propios llegó a la cúspide informativa de la radio y, con su forma chabacana, sostuvo un programa creado por él, un espacio que se inició en 1975 y desde entonces conservó una audiencia fiel. En el fondo, “La Cantaleta” constituyó una especie de conciencia ciudadana que sacó a flote los problemas de Santa Marta y criticó las costumbres corruptas que todavía nos asfixian. La salud de Carlos Monery se deterioró poco a poco y finalmente el amigo de siempre se fue de entre nosotros. Se llevó, sin embargo, el aprecio de sus verdaderos amigos y dejó entre sus incontables oyentes un recuerdo imperecedero. Paz en su tumba.


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