Triunfos contundentes y sin mucha bulla

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Escrito por:

José Vanegas Mejía

José Vanegas Mejía

Columna: Acotaciones de los Viernes

e-mail: jose.vanegasmejia@yahoo.es



Cuando llega diciembre se siente en el ambiente algo especial que nos hace pensar que todo lo malo ya fue y en adelante la vida será nueva.

El último día del año esa impresión aumenta y creemos ingenuamente que desde el comienzo de enero seremos mejores en todo sentido. Pero no ocurre nada diferente por el solo hecho de pasar de un año a otro.  El año 2018 continuó con los problemas que desde hace décadas nos agobian. Entre los enredos que más nos avergüenzan se destacan los relacionados con la política. (No decimos ‘política sucia’ porque evitamos en lo posible el uso de pleonasmos). Muchos dirán: ¡Qué asco! Otros pensarán que ya deberíamos estar acostumbrados porque desde hace años chapaleamos en un lodazal que parece no tener orillas. Pero, a pocos días de terminar este año registramos dos hechos que por lo menos atenúan ese sentimiento de zozobra que pesa sobre los colombianos: el triunfo de un equipo femenino de fútbol y la exaltación de una mujer maravillosa al podio de las mejores del mundo. No digamos más de lo que nos abochorna y entremos al reino de las triunfadoras.

     El Atlético Huila femenino ganó en estos días la Copa Libertadores de América. Este triunfo, meritorio en sí mismo, adquiere especial relevancia porque el onceno opita tuvo que imponerse a combinados de jerarquía reconocida en Latinoamérica. Esto ocurrió en el estadio Arena Amazonia de Manaos, Brasil. Ser líder del Grupo A y ganarle al Audax de Brasil, a Peñarol de Uruguay y a Unión Europea de Ecuador en la fase final es una gran hazaña. Es la primera vez que un equipo colombiano logra este título y por eso requiere que le demos la importancia que merece. Equivale, sin exageración, al trofeo que obtendrá el Boca Juniors o el River Plate después de disputar la polémica Copa Libertadores de América del fútbol masculino en territorio español. El Atlético Huila logró lo mismo… sin tanta bulla.

     “El camino no ha sido fácil para las mujeres que en Colombia han optado por el fútbol como actividad profesional”, ha dicho un comentarista deportivo. Eso es cierto. La liga de fútbol femenino que hoy existe es solo provisional. Según Francisco Maturana “la hazaña del Atlético Huila es un golpe de autoridad que el fútbol femenino ha dado, porque ya había demostrado cosas, pistas que te decían que había que creer en ellas. Este debe ser un punto de partida para tomar con mucha seriedad el fútbol femenino”.

     El otro hecho importante que nos llena de orgullo es la  exaltación de Caterine Ibargüen al podio mundial como la mejor atleta del mundo. A su amplia y permanente sonrisa de satisfacción los colombianos correspondemos con una venia de agradecimiento porque nadie nos representa mejor que esta deportista integral. Vemos en ella plasmada la idea de Auguste Rodin cuando tomó el cincel y el martillo para esculpir la estatua de El Aprendiz. Así es. Caterine se ha hecho sola, con su decisión indeclinable de ser cada día mejor en una disciplina tan exigente.

     En un país como el nuestro, adorador de antivalores, la imagen de Caterine Ibargüen se erige como un faro que orienta a las juventudes y les señala el buen camino. Su perseverancia la ha conducido siempre al triunfo, razón por la cual puede mostrarnos un largo y brillante palmarés mejorado con cada nueva competencia. Por derecho propio es reina del salto triple y juega a placer con el salto largo. Si el mundo deportivo mundial se rindió a sus pies en Mónaco, por algo sería. Todos los elogios que puedan otorgársele a Caterine Ibargüen son más que merecidos.