Pedro Infante: ídolo del cine latinoamericano

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Escrito por:

José Vanegas Mejía

José Vanegas Mejía

Columna: Acotaciones de los Viernes

e-mail: jose.vanegasmejia@yahoo.es



Pedro Infante representó al mexicano alegre y enamorado, al charro cantor, al héroe urbano de la clase trabajadora, lo que le ganó el cariño y la identificación de las clases populares de México y de otros países de Latinoamérica.

Alegre y enamorado, sí; pero en la vida real nunca fue el hombre consumidor de licor que en muchas de sus películas distinguía a sus personajes. Pedro Infante era deportista y jamás consumía licor.

Han pasado ya cincuenta y cuatro años desde el día en que Pedro Infante abandonó el mundo de los vivos y, literalmente, dejó también abandonados a millones de admiradores --casi adoradores-- que seguían su exitosa carrera con entrañable entusiasmo. Se fue el actor. Se marchó el cantante pero más que todo, desapareció físicamente el ídolo de multitudes en toda América Latina.

Pedro Infante nació en Mazatlán, Sinaloa, en 1917. A muy temprana edad se instaló con su familia en Guamúchil, donde trabajó en labores de carpintería y adquirió algunos conocimientos sobre música.

Desde la aparición de su primera grabación, titulada "Mañana", su éxito, aunque incipiente, anunció la que iba a ser una carrera fulgurante en la música y en el cine. Ese mismo año, 1943, trabajó en la película "La feria de las flores" pero solo para reforzar la voz del actor principal, Antonio Badú. Más tarde interpretó papeles en los que encarnaba personajes que le valieron la aceptación del público y así se convirtió en el símbolo del clásico hombre mexicano.

Son inolvidables las películas en las que Pedro Infante trabaja con Sara García, la inefable abuela del cine mexicano. Habría que oír, en la vida real, los elogios que esta veterana actriz hacía de Pedro Infante. Y como ella, todos los actores que compartieron roles con él coinciden en señalar sus cualidades de ser humano extraordinario.

Los cinéfilos que solo conocimos al actor a través de la magia del celuloide y aún hoy escuchamos sus canciones inolvidables, admiramos las dotes actorales de ese mexicano excepcional que en vida se llamara José Pedro Infante Cruz. Cincuenta y cuatro años después de su muerte --en infausto accidente aéreo cuando pilotaba un avión adaptado para transportar carga-- todavía se siente un profundo pesar que trascendió las fronteras de su país, porque el ámbito de su actuación artística y de sus canciones pasó a ser todo el territorio hispanoamericano. Y dolió tanto su desaparición como la de Rodolfo Valentino en 1925 o la de Carlos Gardel en 1935.

Las películas mexicanas lograron entronizarse en el público de habla española porque los espectadores no necesitaban leer parlamentos traducidos casi siempre del inglés. La comunicación con los personajes era inmediata y los actores parecían familiares o muy conocidos del público. Esta ventaja favoreció al cine, sobre todo al mexicano, aunque circulaban también películas cubanas y argentinas.

En el mundo fulgurante del cine mexicano, al lado de Pedro Infante estuvieron actores de categoría como Luis Aguilar, Tony (después llamado Antonio) Aguilar, Pedro Armendáriz y el famosísimo Jorge Negrete. Muchos otros descollaron por sus actuaciones en papeles dramáticos, como Arturo de Córdova, David Silva y Carlos López Moctezuma.

También sobresalieron en el plano humorístico actores inolvidables: Cantinflas, Resortes, Tin Tan, Mantequilla, para citar algunos. Sin embargo, el carisma del actor de Sinaloa logró que su recuerdo perdurara en los espectadores, tal vez por su personificación de gentes humildes y sencillas pero plenas de nobleza.

Una faceta importante de Pedro Infante fue su fulgurante figuración en el canto. Canciones inolvidables como 'Las mañanitas', 'Amorcito corazón', 'Bésame mucho' y 'La que se fue' son apenas muestra de su versatilidad como actor integral. Grabó más de trescientas canciones; todas fueron éxitos resonantes.



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