El Destino los junta y se los lleva

Columnas de Opinión
Tamaño Letra
  • Smaller Small Medium Big Bigger

Escrito por:

José Vanegas Mejía

José Vanegas Mejía

Columna: Acotaciones de los Viernes

e-mail: jose.vanegasmejia@yahoo.es



A veces parece que una mano poderosa, como jugando, moviese los hilos que rigen la existencia de personas destacadas en las artes, la literatura, la cultura en general. No otra conclusión puede obtenerse ante la muerte de los escritores Gonzalo Rojas, chileno, y Ernesto Sábato, argentino, con pocos días de diferencia a finales del pasado mes de abril. Hablaremos de ellos en próxima ocasión.

Corrobora la afirmación anterior el hecho de que en el 2007, en solo doce días, el mundo de la cultura asistió a la desaparición de tres representantes conocidísimos internacionalmente: Roberto Fontanarrosa, Ingmar Bergman y Michelangelo Antonioni.

Fontanarrosa, llamado El Negro, murió el 19 de julio de ese año en la ciudad de Rosario, Argentina. Exploró y explotó el humorismo con una alta dosis de sarcasmo irreverente que le permitió ver el mundo más allá del claroscuro que parece envolver a los personajes públicos y a la sociedad que se mueve en los bajos mundos. El autor de historietas --y además escritor-- se convirtió en el crítico que señalaba las causas de la condición miserable de ciertos discriminados que, quiérase o no, hacen parte de la vida cotidiana de toda ciudad.

Los personajes de Fontanarrosa son contundentes. 'Boogie, el aceitoso' no es un modelo para imitar, pero encarna al ciudadano que la sociedad, con sus desigualdades, engendra en las comunidades marginadas. Aunque muchos lectores llegaron a considerar sus historietas como apología del delito, Fontanarrosa alcanzó honores con las denominaciones de Ciudadano Ilustre por el Concejo de la municipalidad de Rosario, su patria chica, y Humorista Nacional por el Senado de la nación argentina. Otro personaje suyo, 'Inodoro Pereyra, el renegau', complementa su obra crítica a través del humor.

Otra presencia que echamos de menos en el ámbito del cine es la del director sueco Ingmar Bergman. Falleció el 30 de julio de 2007 a los 89 años de edad. Es considerado por muchos como el mejor cineasta de la historia. Sin embargo, para alcanzar esa condición tuvo que exorcizar una infancia traumática a través de obras maestras del cine que exploraron la ansiedad sexual, la soledad y la búsqueda de sentido en la vida. Obras de Bergman son, entre otras: 'Fresas salvajes', 'Secretos de un matrimonio' y su gran éxito, 'Fanny y Alexander'. También es suya 'El séptimo sello'.

Michelangelo Antonioni también falleció el 30 de julio de 2007 a los 95 años. A lo largo de su carrera recibió muchos premios, entre ellos el León de Oro de Venecia en 1964, la Palma de Oro de Cannes en 1967 y el ansiado Oscar de Hollywood en 1995, por la calidad de toda su obra. Entre sus producciones se destacan 'Blow up' (1966), 'Desierto rojo' (1964) y 'Zabriskie point' (1970). Vale la pena destacar que Blow up es una adaptación de un relato de Julio Cartázar que se refiere al descubrimiento de un delito a partir de una fotografía. Antonioni, obsesionado por el juego con la imagen y la búsqueda de un lenguaje formal y estético, con escenas largas y lentas, enfatizaba en indagaciones sobre el mundo interior de sus personajes. No es raro, por eso, que encontrara en la obra de Cortázar el argumento preciso para la aplicación de sus teorías.

Se esfumaron en esos pocos días estos tres cultores del arte de la imagen. Demasiado importantes para reseñarlos en una corta y simple nota periodística. Volvamos con admiración los ojos al legado que nos han dejado, sin que ello sea suficiente para agradecerles sus valiosos aportes.