Nos reflejamos en ‘Cambalache’

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Escrito por:

José Vanegas Mejía

José Vanegas Mejía

Columna: Acotaciones de los Viernes

e-mail: jose.vanegasmejia@yahoo.es



El tango ‘Cambalache’ parece escrito a la medida de los colombianos, aunque no se trata del intercambio de objetos que propone el poeta León De Greiff en ‘Relato de Sergio Stepansky’ cuando dice: “Juego mi vida, cambio mi vida, de todos modos la llevo perdida”. Vale también para la centuria actual y tal vez para los tiempos futuros. Basta dar un vistazo a la clase política de nuestros países para sentir que estamos comprometidos con el compositor argentino Enrique Santos Discépolo y le debemos un rendido agradecimiento.


     Enrique Santos Discépolo compuso ‘Cambalache’ en 1934 para la película ‘El alma del bandoneón’. Colaboró en esta composición Roberto Goyeneche. Por su lenguaje, con expresiones del lunfardo, caracterizado por palabras consideradas inmorales, esta canción no fue bien aceptada en las clases sociales altas; pero debido a que en ella se reflejaba la realidad argentina se ganó un puesto importante entre el pueblo raso. Por varios años sufrió restricciones por parte del Gobierno. En 1949 el presidente Juan Domingo Perón levantó las sanciones y ‘Cambalache’ continuó su camino crítico por los caminos de América.

     La palabra ‘Cambalache’ significa tienda o vitrina donde se compran y venden objetos usados. Entre nosotros ‘cambalachear’ es cambiar o trocar una cosa por otra, exactamente lo que proponía el poeta De Greiff. Pero, en forma amplia y por asociación con acciones truculentas, esta palabra encaja en el ambiente político y social que cada día nos asfixia más. Los tiempos aquellos en los cuales los señores daban como única garantía de su seriedad y responsabilidad su ‘palabra de honor’  es cosa del pasado. “O tempora, o mores”, dirían los latinistas. Por eso las afirmaciones de Discépolo en ‘Cambalache’ cobran actualidad en nuestros días: “Siglo XX, cambalache, problemático y febril, el que no llora no mama y el que no afana es un gil”.

     Al hablar de ‘Cambalache’ nos viene a la memoria la figura –y la personalidad– del profesor Antanas Mockus; por afortunado contraste, puesto que él encarna lo contrario del contenido de ese tango. Para el exalcalde de Bogotá, exrector de la Universidad Nacional y excandidato a la presidencia de la República, la moral en Colombia no debe basarse en la teoría del “todo vale”. Pero no tenemos en nuestro país suficientes personas que piensen del mismo modo y actúen con la rectitud que debe exigir el cumplimiento de la función pública. La corrupción ha corroído todas las capas de nuestra sociedad. Cuando se piensa que puede corregirse una situación equivocada de algunos funcionarios, aparece una oleada de hechos por encima de lo que parecía solo inexperiencia administrativa o descuido en el desempeño de la función pública. Son verdaderos tsunamis los que nos arrollan cada día. Por eso la letra de ‘Cambalache’ se queda corta si la aplicamos a la situación social y política de Colombia. Citemos algunos de sus versos: “¡No pienses más, sentate a un lao, que a nadie importa si naciste honrao!”. “Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor, ignorante, sabio, chorro, generoso, estafador. ¡Todo es igual, nada es mejor, lo mismo un burro que un gran profesor! No hay aplazaos ni escalafón, los inmorales nos han igualao”.

     Algo que no se sabe de ‘Cambalache’ es que así se tituló la segunda parte de una serie televisiva sobre la vida de Pablo Escobar. Dice Wikipedia: “En la primera y en la última escena suena el tango de Discépolo. En la primera el capo lo canta mientras se da una ducha; en la última lo baila con su mujer mientras asesinan a decenas de policías que hacían guardia en la ciudad”.