En Colombia falta un monumento

Columnas de Opinión
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Escrito por:

José Vanegas Mejía

José Vanegas Mejía

Columna: Acotaciones de los Viernes

e-mail: jose.vanegasmejia@yahoo.es



Se ha vuelto recurrente en estas Acotaciones tratar el tema periodismo-literatura de manera integrada. Sabido es que ambas actividades se complementan y, si el periodista es un investigador, posiblemente le llegue el día glorioso de ver su trabajo convertido en ensayo. Mientras tanto, instruyámonos con las crónicas que nos ponen en contacto con hechos importantes del pasado.


Hace unos días, el 19 de febrero pasado, el diario El Tiempo nos ofreció una página completa con información sobre el irlandés Roger Casement. Este diplomático es un personaje importante en la historia de Colombia. Nació en Dublín en 1864. Sirvió como cónsul británico en el Congo y sacó a la luz pública los inhumanos métodos utilizados por los explotadores del caucho. En Colombia Casement estuvo entre los indios huitotos y se convirtió en su defensor al denunciar el trato despiadado que los representantes de las caucherías daban a los indígenas, sometidos como esclavos en su labor de explotación del caucho. Estos indígenas consideran que si no hubiese sido por los informes que Casement enviaba a su gobierno en Gran Bretaña, esa etnia nuestra habría desaparecido. Todo esto lo da a conocer en su crónica el periodista Armando Neira, de El Tiempo, quien destaca además el reconocimiento que los huitotos hicieron a su benefactor Casement, a quien consideran “el mejor de los hombres blancos”. La fotografía de un paternal Casement con varios indios huitotos merece ser enmarcada. La crónica en mención nos lleva a recordar la novela de José Eustasio Rivera, ‘La vorágine’. Pero más que la selva, que resulta siendo el personaje central de la obra, habría que pensar en los desalmados amos de las caucherías, para quienes la vida de los peones del caucho no tenía ningún valor.

Julio César Arana, “Rey del caucho en el Putumayo”, era el jefe de la Casa Arana, dueña de vidas y haciendas, conocida por su crueldad ilimitada. Ejercía su poder desde Londres y solo después de innumerables denuncias y juicios internacionales pudo verse alguna mejoría en el trato a los indígenas huitotos. Esta Casa dejó su trágica huella también en el Perú. Por eso el escritor Mario Vargas Llosa publicó la novela ‘El sueño del celta’, cuyo personaje, con nombre propio en la obra, es Roger Casement. Los atropellos, vejaciones y asesinatos sobre los cuales floreció la industria cauchera necesitaban una voz autorizada que trajera al presente tanta ignominia. La Casa, tan conocida por su frecuente aparición en crucigramas, queda retratada de cuerpo completo en la obra del novelista peruano. El mérito de Vargas Llosa consiste en seguir los pasos de Roger Casement tanto en África como en tierras amazónicas. Su extenso relato no se queda en la ficción y pasa a ser, dolorosamente, parte de la historia negra de la humanidad.

La Corona británica consideraba a Casement independentista. Finalmente fue ahorcado en la prisión de Pentonville, en Londres, el 3 de agosto de 1915. Se argumentó para ello su condición de homosexual. Mientras que en Irlanda consideran que uno de sus hijos hizo historia en un lejano país llamado Colombia, en esta patria nuestra nos preocupamos más por honrar a personajes carentes de méritos. ¡Tantos escenarios con nombres de políticos! Por ejemplo, estadios con nombres de personas que ni siquiera jugaron con tierra.

¿No será tiempo de erigir un monumento a Roger Casement, el irlandés que de alguna forma impidió la desaparición de los huitotos a manos de los explotadores del caucho?