El hacinamiento carcelario es el sello de una sociedad fracasada

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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com

El síntoma inequívoco de que una sociedad está fracasando es el sobrecupo y hacinamiento de las cárceles. Los enfrentamientos y amotinamientos en dos de estas en Brasil, que dejaron casi cien muertos, son el diario acontecer en muchas cárceles de América Latina. Según la Contraloría, en Colombia hay cárceles que tienen un 260% de sobrecupo y en condiciones infrahumanas.


Unas están atestadas de gente inocente, como sucede en las dictaduras de la región, y otras, de culpables. Aunque la primera es más vergonzosa, ambas son una vergüenza. Son tragedias humanitarias que nos conciernen a todos. Construir cárceles para solucionar el hacinamiento no es ninguna solución sino postergar la búsqueda de una.

En América Latina estamos perdiendo la guerra contra la drogadicción, las pandillas, el crimen organizado y la violencia. Muchos jóvenes hoy viven sin esperanzas de un mejor futuro y por esto caen en el crimen y cuando no terminan muertos, acaban en las cárceles.

Con los avances de la ciencia y de la tecnología, es increíble que nuestra política criminal siga siendo casi que exclusivamente punitiva; poco ha cambiado desde hace dos siglos. Las cárceles a las que entran los culpables son verdaderas universidades del crimen. Entra un delincuente y sale uno peor que no tiene como romper el ciclo en el que está atrapado.

Es urgente revisar la política criminal para que el propósito último de la pena sea la rehabilitación del individuo y no solo su reclusión. Si no hacemos algo, el problema carcelario crecerá de forma exponencial y seremos incapaces de construir cárceles lo suficientemente rápido. Se necesita enfoque en la rehabilitación, primordialmente. Claro que la rehabilitación es mucho más costosa en el corto plazo, pero es mucho más barata a largo plazo. Primero, el delincuente rehabilitado puede contribuir a la sociedad, segundo, no causa daño, y tercera no reincide. La influencia que el individuo rehabilitado puede tener en su entorno social es muy persuasiva y evita que otras personas caigan en su mismo error.

La rehabilitación del individuo debe estar acompañada de estrategias de prevención e intervención temprana en comunidades de alto riesgo. Aunque esto está plasmado en los planes de muchas de nuestras ciudades, no se implementan. En parte porque no hay continuidad en las políticas de prevención, y porque siempre es más fácil enfocarse en la represión y la parte punitiva. Siempre es más atractivo para el gobernante de turno contratar más policías y dotarlos de nuevas armas y equipos, construir cárceles, poner cámaras por toda la ciudad y toda la plétora de medidas de seguridad. Mueve mucho presupuesto y la ciudadanía lo palpa inmediatamente.

Es poco atractivo para los gobernantes trabajar con las comunidades vulnerables y empaparse de sus problemas para buscar soluciones adecuadas. Demanda mucho dinero, tiempo e inversión, y tiene el problema de que la gente no lo ve inmediatamente. El mal gobernante necesita mostrar y mostrarse para postularse al próximo cargo. Realmente por esto enfrentamos el problema de la falta de continuidad en las políticas sociales.

La indiferencia de los gobernantes pasaba desapercibida cuando América Latina era un continente mayormente rural. De hecho muchas de las cárceles que existen hoy en la región, fueron construidas pensando en el continente rural. La urbanización del continente y la influencia de muchos factores, especialmente el narcotráfico y el consumo de estupefacientes, dieron paso a una problemática social mucho más compleja y difícil de resolver. Ante esta nueva realidad, el problema real no es la falta de cárceles sino la destrucción acelerada de la fibra social en nuestros países. Ya hay países pioneros en Europa, que están comenzando a no utilizar cárceles sino penas alternativas orientadas a la rehabilitación. El confinamiento solo se hace cuando las circunstancias tanto del individuo como la de su entorno lo ameriten.

El problema macro, más allá de la política social y criminal como las comentadas, es que las políticas públicas están fracasando en facilitar la construcción de sociedades más incluyentes y equitativas con mayor acceso a oportunidades, y entre más grande la brecha y las diferencias socioeconómicas, más cárceles necesitamos; es decir, estamos perdiendo la batalla en muchos frentes, y sin duda estamos perdiendo la batalla contra la pobreza y la ignorancia. Estamos fracasando y algo tenemos que hacer.

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