El nido de la serpiente

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Escrito por:

Fuad Chacón Tapias

Fuad Chacón Tapias

Columna: Opinión

e-mail: fuad.chacon@hotmail.com



Un alemán desconcertado por los dones ancestrales que le fueron otorgados al pueblo cohiuano se abre paso a fuerza de remo sobre una lánguida canoa que se mece por su propia liberalidad sobre las imponentes aguas negras del río Vaupés.

Luego un oportuno zoom out que retrocede sin prisa para demostrar lo pequeño que es el hombre blanco frente a la naturaleza indómita que ansía poder contener y entonces se cierra el telón. Así termina "El Abrazo de la Serpiente", la cinta que desde el 14 de enero escribió su nombre para siempre jamás como la película más importante en la historia de nuestro país.

Largas filas a la entrada de las salas y funciones agotadas con horas de anticipación fueron el panorama que se vivió este fin de semana en múltiples cinemas. Un reconocimiento noble aunque tardío al impecable trabajo de Ciro Guerra y su equipo, quienes de no ser por la nominación al Oscar de la academia seguramente habrían repetido el inexorable ciclo de olvido al que tenemos sometidas a las producciones nacionales. La mágica aventura de Theodor Koch-Grünberg, Manduca y Karamakate nos posicionaron a la altura de Brasil, Perú, Chile y Argentina, como potencias  latinoamericanas que pueden exportar cine que deslumbra al nuevo mundo.

Pero que nuestra cultura esté el próximo 28 de febrero compitiendo por la gloria en el Teatro Dolby es una hazaña que comenzó hace varios años, más exactamente en el 2012, cuando la Ley 1556 vio la luz en el Congreso y marcó el principio de una nueva era. La llamada "Ley del Cine" generó los incentivos suficientes para robustecer una industria embrionaria que hasta entonces no tenía muchos motivos para celebrar. Facilidades para la producción, permisos migratorios y hasta reembolso de gastos fue el coctel de beneficios que puso a Colombia en el radar de Hollywood.

Aun así, la Ley del Cine tiene fecha de caducidad en 2022 y por ello a seis años de su expiración es indispensable ir planteando los lineamientos que definirán la senda a seguir en los tiempos venideros. Urgen mayores estímulos y auxilios presupuestales para que los proyectos ambiciosos que hoy se cuecen a fuego lento en los talleres de guiones no se queden en simples sueños frustrados. Estamos experimentando una etapa única en la que podemos convencernos a nosotros mismos de que el cine colombiano debe ser apoyado porque vale la pena, aunque diciembre a diciembre Dago García con dos chistes flojos se empeñe en ratificarnos que estamos condenados a la más pura de las mediocridades.

Nuestros indígenas con sus costumbres expuestas ante la lentenos demostraron que somos capaces de contar historias distintas que se salgan de los lugares comunes de nuestro imaginario colectivo ocupados por los traquetos del prime time y las prepagos de portada de revista. Somos mejores que los paraísos de silicona de Gustavo Bolívar y mil carteles llenos de sapos.

Estamos frente al nido de la serpiente, el inicio de una nueva generación que promete traernos gratas sorpresas. Luces, cámara y acción. Que ruede el futuro.