Año de la Misericordia

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Alberto Linero Gómez

Alberto Linero Gómez

Columna: Orando y viviendo

e-mail: palbertojose@hotmail.com



La misericordia es la acción de Dios en nuestra vida. Todas sus manifestaciones en la vida del hombre son para perdonarle, levantarlo, realizarlo.

 

En toda la historia de la Salvación se hace presente esa misericordia a través de la Alianza y de las continuas acciones salvíficas que hace a favor de su pueblo. Siempre es misericordioso aunque la respuesta del pueblo sea tercamente rechazarlo y hacer lo contrario a lo que El les está invitando.

Los patriarcas, Los jueces, La Anfictionía de las tribus, la monarquía, los profetas son la muestra de esa misericordia continua de Dios por el hombre.

La expresión máxima de la misericordia es la encarnación; en ella asume nuestra condición humana -excepto en el pecado- para mostrarnos cuál es el camino, la verdad y la vida que nos conduce a El. Relacionarnos con Dios significa asumir sus lógicas misericordiosas y dejarnos llevar por el amor de su Espíritu.

Por eso no es de extrañar que cuando Jesús quiere dar las razones de por qué actúa como actúa muestre a un Padre misericordioso que deja libre a su hijo para que haga lo que quiera y viva las consecuencias de sus acciones, y luego lo recibe con los brazos abiertos para mostrarle que no puede estar mejor en ninguna otra parte que no sea en la Casa del Padre (Lucas 15,11-32).

El mundo en el que vivimos necesita misericordia. Nos olvidamos de que somos iguales y queremos destruir al otro por cualquier motivo. No entendemos lo que es justicia y todo lo asumimos desde la venganza.

Creemos que la única manera de solucionar problemas es usar la violencia y eliminar al otro. Nos negamos la posibilidad de reconocer la verdad que hay en el otro. Construimos muros para escondernos del diferente y regocijarnos en nuestra propia pobreza mental.

Si no cambiamos nuestras actitudes estamos condenados a vivir en el infierno de nuestros miedos, odios, negaciones y violencia.

Es necesario actuar como Dios: misericordiosamente. Es urgente aprender a amar al otro sin miedo y sin manipulaciones; preferir el diálogo que cualquier manifestación de violencia; sanar en vez de herir.

Es urgente dar más abrazos y evitar los golpes; dar más besos y negarnos a las ofensas; acariciar en vez de señalar y juzgar.

Es urgente que entendamos que el perdón es la única manera de poder vivir con otros en felicidad. Es urgente que sea más escandaloso la corrupción, en todas sus formas, que las manifestaciones de la condición sexual de las personas.

Es el momento de entender que ser creyente es sentir la misericordia de Dios con nosotros y practicarla con los hermanos. El que reza y va culto es porque vive la misericordia y entonces celebra con Dios la ternura vivida y practicada.

El Papa Francisco, el apóstol de esta época tardomoderna, tan poco entendida por algunos, nos está invitando a hacer que en este año impere la misericordia en todos nuestros actos y hagamos sentir a los demás el amor infinito que Dios tiene para nosotros. No se vale ser cristiano si no es misericordioso.

La tarea es dar besos, abrazos, decir palabras de motivación, ayudar al hermano, sanar, bendecir al otro y hacer todo lo posible para que el que llegue hasta nosotros se sienta bien y pueda tener las condiciones mínimas para realizarse dignamente.



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