El burgomaestre

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



Es normal que los grandes estadistas, cuando están en la recta final de su mandato, se preocupen de cómo serán juzgados por la historia. Por eso, no debería extrañarnos si por estos días el doctor, Díaz Granados Pinedo, nuestro alcalde, anda un poco distraído.

Ha de estar absorto en sus pensamientos, quizá preparando la publicación de sus memorias. Tenemos que entenderlo, y es por esto que pido un poco de comprensión a la ciudadanía y a sus más inmediatos colaboradores.

Por demás, no es difícil imaginarse los pensamientos que entretienen al doctor Díaz Granados Pinedo. Yo sin dármelas de adivino ni mucho menos, creo que deben sonar más o menos así:

"No entiendo cómo la gente puede creer tantos rumores infundados, como si mis obras y realizaciones no hablaran por sí solas. Por eso, denuncié que estoy siendo víctima de terroristas mediáticos, que no han ahorrado ni adjetivos ni sustantivos para descalificar mi gestión que ha sido única e irrepetible -palabra de Barón, alcalde. Que sea la única y que no vuelva a repetirse-.

Para mí, que el que está detrás de todo este terrorismo mediático es el tal J.J, el rey del humor negro y maestro de la humorología, o por lo menos Mandíbula o el Cuenta Huesos. Todavía no entiendo cómo es posible que la gente crea que dizque los dos ingenieros gringos que trajeron para que evaluaran los daños causados por La Niña, hombres rudos y sin corazón, como quien dice, puro cerebro, al sobrevolar Santa Marta en el helicóptero presidencial, irrumpieron en llanto, y que entre sollozos ahogados le dijeron a Santos.

¡Oh! Míster President! Nunca haber visto tanto destrozo. Ser peor que tres Katrinas juntos. La Niña haberse ensañado mucho con esta ciudad. Todo estar vuelto… ¿Cómo se dice?...Shit.

Y que dizque un samario lambón, el que repartía los tintos, metió su cucharada donde no debía y dijo:

- Míster Gringo, aquel daño pequeño que usted ver allá, ser el de La Niña. Todo el resto ser de El Niño.

- ¡Ser imposible! Fenómeno de El Niño ser sequía, y esto estar completamente destruido. Respondieron los gringos.

- Místeres, fenómeno de El Niño del que ustedes hablar, ser incapaz de causar tantos destrozos, yo estar hablando ser del niño Juan Pablo, que haber resultado ser todo un fenómeno como alcalde.

O cómo es posible que quieran echarme las culpas de lo de La Lata. Ni que yo fuera Moisés.

No entiendo cómo este pueblo inculto no entiende la visión con la que he gobernado. Antes tenían dizque la Bahía más hermosa de América y yo en tres años -no sea modesto Alcalde, fueron menos de tres- les dejo una réplica en escala del Mar Muerto con olor a la amada Venecia. ¿Cómo más quieren que se atraiga el deseado turismo europeo y hacer que se sientan como en casa? ¿Qué querían? ¿Qué importara el agua putrefacta de Venecia? Como si nosotros no fuéramos capaces, con el talento local, de hacer lo mismo. Qué importa que la gente ya no pueda bañarse.

Ya cambiarán de parecer cuando nos invadan las hordas del norte con sus féminas en monokini, las cuales seguramente tomarán el sol en la Bahía para deleite de los nativos. Además, a los europeos, el mar les sobra porque ellos no se meten al mar. Pura playa. Ya cambiarán de opinión cuando vean nuestra Marina Internacional repleta de yates y veleros lujosos.

Eso sí, ya le dije a Mari Tere, que no compre más pescado fresco sacado de la Bahía y ni que se le ocurra bañarse en esas aguas. Es que uno tiene que ser precavido no sea que vaya a enfermarse. Por otro lado, bueno es que la gente cambie el menú y deje de comer esos pescados perratas como la sierra, el pargo rojo y el mero, y migren a un pescado más sano como el salmón importado de Alaska, que es el único que comemos en mi casa por estos días. Ni pendejo que uno fuera.

Y si se quieren dar un baño de mar de forma segura, que hagan como yo, que me voy a Miami.

Definitivamente, los visionarios no somos hombres de nuestro tiempo, pero el día que comiencen a llegar los europeos y estemos inundados, pero de euros, y que Santa Marta parezca la nueva Babel, entonces vendrá el arrepentimiento, los desagravios y los honores, y finalmente seré redimido.

Yo, que he trabajado infatigablemente por el bienestar de la sociedad -todavía no sabemos si es Anónima, Ltda. o SAS, ni quiénes son sus socios-. Además, si en últimas fuera verdad todo lo que dicen de mí, yo no tengo la culpa de que me hayan elegido. Al fin y al cabo, yo no voté por mí. -Muy bien alcalde, sensatez ante todo- ¡Qué dolor tanta incomprensión!….bla. bla, bla y más bla…" Dejemos al doctor Díaz Granados Pinedo sumido en su monólogo, para concederle que es necesario un desagravio. Hagámoslo ya.

Yo propongo, como para iniciar una lluvia de ideas, que sea una misa concelebrada por un obispo y cinco sacerdotes. Pero, ¿qué estoy diciendo?, por un momento perdí de vista el tamaño del agravio. Aumentémosle a por lo menos dos obispos y tripliquemos el número de sacerdotes.

Le transmito la inquietud señor Alcalde, porque es que el pueblo samario lo mínimo que merece de usted es una misa de desagravio, y mejor si es antes de su partida. Estaremos pendientes del lugar, fecha y hora.