Un encuentro que cambia la vida

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Escrito por:

Alberto Linero Gómez

Alberto Linero Gómez

Columna: Orando y viviendo

e-mail: palbertojose@hotmail.com



Estoy convencido que ser cristiano es un modo de vida, creer en Jesucristo me da una forma de vivir que da felicidad, entiendo que tener fe no solo es decirlo, sino que se expresa en una forma de relacionarme conmigo mismo, con los demás y con Dios.

 

Te propongo que reflexionemos a partir del relato de Marcos 5, 24-34, el cual nos narra la sanación de una mujer que padecía hemorragias desde hacía doce años y se mezcló dentro de una muchedumbre para tocar el manto de Jesús.

Lo primero que me gusta de este relato es el encuentro de Jesús con esta mujer. Cuando ella se encuentra con Jesús experimenta una transformación en su vida.

Esa que había padecido mucho en manos de médicos y se había gastado toda su fortuna sin mejorar descubre en Jesús a alguien que no la rechaza, sino que le devuelve su lugar en medio del pueblo.

Según Levítico 15, 19-33, la mujer está en situación de exclusión (en particular de la sinagoga) en razón de su impureza corporal. El hecho de haber sido tocado por la mujer podía volver impuro a Jesús.

El texto no menciona el nombre de la Hemorroisa, esto significa que ella no hace parte de la comunidad. La mujer sabe que está curada. Jesús no sabe quién le ha tocado.

Me llama la atención que, en medio de tanta gente, Jesús pregunte: ¿Quién me ha tocado? Por eso los discípulos le dicen: ves que la gente te está apretujando, y preguntas ¿quién te ha tocado?

Es como si la pregunta de Jesús no tuviera sentido para los discípulos, pues es obvio que en medio de tanta gente a uno lo toquen. Pero la pregunta y la búsqueda de Jesús (su mirada circular) invitan a la mujer a salir de la muchedumbre, por una parte, y de su silencio, por otra.

El encuentro con Jesús siempre nos va a devolver el valor que los demás quieren quitarnos. Para Él sigues siendo importante, aunque para la sociedad no lo seas a causa de tus problemas personales, ya sean físicos o morales. La mirada de Jesús te acerca a Él para recordarte que nadie puede excluirte y quitarte tu valor como ser humano.

Lo segundo que me llama la atención es que la mujer que padecía hemorragias es el nuevo símbolo de la fe que Jesús le propone a sus discípulos, es el nuevo pueblo de Dios que está llamado a tener una fe que da vida, porque rompe con cualquier tipo de exclusión, una fe que lleva a acercarse a las personas y a darle un lugar en la sociedad.

Por su fe, la mujer de las hemorragias, no solo experimenta la sanación corporal que había estado buscando, sino que es salvada, esto es, Jesús la vincula a la comunidad. Jesús, después de haber sido tocado, califica el gesto de la mujer: tu fe te ha salvado.

Es una invitación que Jesús también nos hace hoy a nosotros, a creer en Él como lo hizo la mujer que padecía hemorragias. Esta mujer no se quedó atada a sus problemas de salud, sino que su fe la hizo soltarse de cualquier impedimento que obstaculizaba tocarlo.

Por encima de la forma excluyente como la miraban las personas que estaban ahí apretujando al Maestro, la fe de esta mujer la movió a buscar en Jesús la sanación y la transformación de su vida. No dejes que tus problemas te mantengan atado a ese mismo estilo de vida, cree que Jesús es el Hijo de Dios y tiene el poder para liberarte de ellos y devolverte un lugar en la sociedad.



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