La ley del embudo

Columnas de Opinión
Tamaño Letra
  • Smaller Small Medium Big Bigger

Escrito por:

Alberto Linero Gómez

Alberto Linero Gómez

Columna: Orando y viviendo

e-mail: palbertojose@hotmail.com



Uno de los mayores causantes de conflictos es el asumir la ley del embudo -lo ancho para mí y lo angosto para ti- como una estrategia de vida.

 

No sólo porque me hace cosificar al otro y erigirme por encima suyo sin importar lo que piense o sienta, con tal de quedar satisfecho yo; sino también porque al otro le queda la sensación de estar siendo tratado de mala manera.

Cuando uno está siendo injusto, seguramente no se da cuenta de que quien está al frente; siente lo mismo que nosotros cuando alguien actúa así en nuestro perjuicio.

Es decir, el que está siendo víctima queda con unas ganas de desquite que difícilmente se quitan, hasta que logre sacarse el clavo.

Digamos que, en este orden de ideas, estamos creando una cadena de hechos que funcionan como un círculo vicioso en el que pasamos de víctimas a victimarios y en el que lo único verdaderamente cierto es que los satisfactores son temporales y no alcanzan a llenar de sentido la vida. Precisamente, porque el sentido de la existencia no está en el aprovecharse del otro, ni de cosificarlo, ni de manipularlo o abusarlo; sino en todo lo contrario.

Mientras vivamos en practicando la ley del embudo estaremos generando una situación de conflicto, de lucha y de situaciones que no nos ayudaran a realizarnos como personas.
Tenemos que tener claro que la felicidad no se construye a base de la infelicidad del otro, que no es cierto que para estar bien yo tiene que estar mal el otro. Mientras apliquemos la "la ley del embudo" tendremos situaciones de dolor, tristeza, violencia, miedo como consecuencia.

Jesús nos enseñó que el único camino para lograr la verdadera vida es el amor, el compromiso, el sacrificio que me desacomoda, es decir, la pro-existencia, el vivir a favor del otro, el no agotarme en mis egoísmos, ni en mis límites, sino en romper las barreras que me aíslan y llegar al encuentro salvador con los demás.

Tratar a los demás como quiero ser tratado, respetar sus gustos y sus deseos como quisiera fuesen los míos, comprenderlos como persona con todo lo que esto significa. Seguramente tendremos menos problemas, también menos resentimientos, menos insatisfacciones y mucha más felicidad.

La invitación es a vivir de otra manera, a la manera de Jesús. Tratando de servir y de ser solidarios con los demás.
Pensar solo en nosotros y olvidarnos de las situaciones de los demás lo único que logra es que generarnos un mundo egoísta, en el que nadie es feliz.

Es necesario que nos despojemos de la idea de que sólo acaparando y codiciando podremos ser felices, la felicidad pasa por la solidaridad, por el compartir, por el ayudar al otro a realizarse.

Todos tenemos que luchar por nuestra felicidad pero no podemos hacerlo a costa del otro. Sino al contrario, tenemos que propiciar unas dinámicas de solidaridad en la que todos podamos tener las condiciones que se requieren para realizarse como seres humanos. No sigas aplicando la ley del embudo, que esa no nos lleva a una buena situación.

Esto implica tener claro que somos y que queremos ser, dónde estamos y hacia dónde queremos ir.

Siempre recordando que no somos seres aislados sino que vivimos con otros. Defendiendo nuestra libertad y nuestra capacidad de elegir y de construir nuestra propia vida.