El pangolín, el sospechoso del coronavirus, lo buscan salvar de su extinción

Una cría de pangolín y su madre son fotografiados en el interior de una jaula en Bangkok, Tailandia.EFE/RUNGROJ YONGRIT

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Este pequeño oso hormiguero escamoso de Asia y África, fue absuelto de la acusación de trasmitir del COVID-19, pero sigue luchando por escapar de su condena a la extinción, debido a la creciente demanda de su carne, considerada un manjar, y sus escamas, con presuntas propiedades medicinales.

Por Daniel Galilea.
EFE/REPORTAJES

Como si no fuera suficiente con que sea una de las especies más vulnerables y en peligro crítico de extinción, este curioso animal con escamas desde la punta hasta la cola, que puede enrollarse como una bola, se alimenta de insectos y habita en los bosques y pastizales, ha sido acusado de ser el origen del contagioso coronavirus COVID-19 que se esparce por el mundo.

Científicos de la Universidad Agrícola del Sur de China, que anunciaron, basándose en estudios genéticos, que el COVID-19 pudo pasar de murciélagos a personas a través de pangolines vendidos en el mercado de Wuhan, origen de la epidemia, se retractaron reconociendo que aún no hay pruebas concluyentes de que este animal sea el huésped intermedio del coronavirus.

La absolución, al menos temporal, llegó en el mismo mes, febrero, en el que se conmemora el Día Mundial del Pangolín (https://wildfor.life/es/world-pangolin-day) , una campaña impulsada por distintos organismos de las Naciones Unidas y la organización Wild for Life (WfL), para concienciar sobre la difícil situación que atraviesa.

“Se cree que los pangolines son los mamíferos de mayor tráfico ilegal en el mundo y están en peligro de desaparecer para siempre, sin que mucha gente haya siquiera oído hablar de él”, advierte WfL.

Animal curioso de África y Asia

El pangolín es un animal solitario nocturno y fácil de reconocer debido a su armadura llena de escamas. Cuando se asusta, cubre su cabeza con sus patas delanteras, exhibiendo sus escamas ante un posible depredador. Si se le toca o sujeta, se enrolla en forma de bola, mientras que las afiladas escamas de su cola las puede usar para atacar, según WWF.

Con pequeñas cabezas cónicas y mandíbulas sin dientes, estos mamíferos tienen lenguas asombrosamente largas, musculosas y pegajosas que les permiten atrapar hormigas y termitas en cavidades profundas, a las que localizan con su potente olfato, ya que tienen poca visión, apunta por su parte la organización Save Pangolins, SV (www.savepangolins.org).

Su estómago es musculoso y tiene espinas queratinosas que se proyectan en su interior, y por lo general contiene piedras pequeñas, que le permiten machacar y moler sus presas, añaden .
Sus especies, algunas terrestres y otras trepadoras, varían en tamaño que van, desde los 1,6 kilogramos hasta un máximo de 33, con colores del marrón claro al amarillento y del verde oliva al marrón oscuro, informa SV.
Cuatro de sus especies viven en África: el pangolín de vientre negro (Phataginus tetradactyla), el pangolín de vientre blanco (Phataginus tricuspis), el pangolín gigante (Smutsia gigantea) y el pangolín de tierra de Temminck (Smutsia temminckii).
Las otras cuatro especies encontradas en Asia son: el pangolín indio (Manis crassicaudata), el pangolín filipino (Manis culionensis), el pangolín de Sunda (Manis javanica) y el pangolín chino (Manis pentadactyla), según esta misma fuente.

Protección insuficiente

Las ocho especies de pangolines están protegidas por leyes nacionales e internacionales y tres de ellas (el filipino, el sunda y el chino) están incluidas en la categoría de “en peligro crítico de extinción” de la Lista Roja de Especies Amenazadas.
Lamentablemente, los pangolines son los mamíferos salvajes más comercializados ilegalmente en el planeta y uno de ellos es arrebatado de la naturaleza cada cinco minutos, apunta la IUCN.
El pangolín tiene una gran demanda en China y Vietnam, donde su carne se considera un manjar y sus escamas son utilizadas en remedios caseros para tratar el asma, el reumatismo y la artritis, añade por su parte WWF.
Esta entidad calcula que, entre 2011 y 2013, murieron de 116.990 a 233.980 pangolines, lo que representaría tan solo el 10% del volumen real de los pangolines traficados.




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