Santa Ágata, le dice a Lucia: “Lucía, mi hermana, ¿por qué me pides a mí esto si tú misma puedes obtenerlo para tu madre? Tu madre ya está curada por tu fe”. La santa es venerada en la Iglesia católica, ortodoxa y luterana.
El Padre de Lucía que se llamaba Lucio, muere cuando ella era todavía pequeña, así que fue educada por su madre Eutiquia, de la cual toma la verdad del cristianismo y el mensaje del amor de Jesús. Fue así que Lucía conoció el cristianismo, la historia de los primeros cristianos, sus martirios por el amor de Jesús y se dejó capturar por el corazón de Jesús. Por ello, en su corazón decidió consagrarse, uniéndose a Él como una esposa con su esposo, con votos perpetuos de virginidad.
Peregrinación
Lucía, preocupada por una grave enfermedad que afectó a su madre, una hemorragia incurable, le sugirió peregrinar al sepulcro de la mártir Santa Ágata de Catania. Víctima en el 251 de la persecución de todos los cristianos ordenados por el emperador Decio, muchas personas se acercaban a su sepulcro para obtener gracias porque la fama de la gloriosa Santa era esparcida por todos los lugares a causa de los milagros que obraba. Lucía en su corazón tenía la certeza de que Santa Águata ayudaría también a su querida madre.
Eutiquia aceptó llena de esperanza la idea de Lucía y así decidieron partir en peregrinación a Catania, donde llegaron justo el día de la fiesta de Santa Ágata, era el 5 de febrero del 301.
Durante la celebración escucharon atentamente el pasaje del Evangelio de Mateo, la narración de la mujer que sufría de hemorragias y fue curada por haber tocado el manto de Jesús.
Lucía, iluminada, le propuso a su madre tocar el Sepulcro de Santa Ágata, convencida de la poderosa intercesión de la Santa.
DESTACADO
Oración. Santa Lucía, que de la luz recibiste tu nombre, a Ti confiadamente acudo para que me alcances la luz celestial que me preserve del pecado y de las tinieblas del error. También te imploro me conserves la luz de mis ojos, con una abundante gracia para usar de ellos según la voluntad de Dios.
El milagro
Mientras Eutichia tocaba el Sepulcro, Lucía tuvo una visión de Santa Ágata, que le dijo: Lucía, mi hermana, ¿por qué me pides a mí esto si tú misma puedes obtenerlo para tu madre? Tu madre ya está curada por tu fe. Y así como por medio mío es beatificada la ciudad de Catania, por medio tuyo será salvada la cuidad de Siracusa.
Lucía le dijo a su madre, que por la intersección de Santa Ágata, Jesús ya la había curado, e inmediatamente Eutiquia sientió que le volvían las fuerzas y comprendió que había sido curada.
Entonces, Lucía comprendió que aquel era el momento justo para revelar a su madre la intención de consagrarse a Jesús, y de donar su rica dote nupcial a los pobres. Eutiquia que tenía el corazón lleno de gratitud por la gracia recibida, lo aceptó.