Por qué no le creo nada señor Petro

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Escrito por:

Luis Tabares Agudelo

Luis Tabares Agudelo

Columna: Opinión

e-mail: tabaresluis@coruniamericana.edu.co


La resistencia civil en Colombia no es un fenómeno nuevo, pero puede cobrar una relevancia particular durante la actual administración. Con este análisis crítico busco profundizar en las razones y manifestaciones de esta posibilidad, examinando las políticas y acciones del gobierno y reflexionando sobre la responsabilidad cívica y la necesidad de una oposición constructiva del pueblo colombiano.

En ese sentido, históricamente, en Colombia ha servido como un barómetro del descontento popular frente a decisiones gubernamentales percibidas como desconectadas o perjudiciales para el bienestar común: en el gobierno del presidente Santos, el caso específico de las negociaciones con las Farc y la búsqueda de paz aún persiste un debate intenso sobre el equilibrio entre la reconciliación y la justicia. El perdón a las Farc, aunque teóricamente nobles en su búsqueda de la paz, han generado un malestar en sectores que consideran que se otorgaron sin la debida retribución o reconocimiento del daño causado, especialmente a las víctimas directas del conflicto.


En ese contexto, la resistencia civil, surgió como una voz crítica del pueblo cuando se tiene un Congreso amangualado y sin control político frente a las gestiones del Ejecutivo, demandando una paz que no solo busque el cese al fuego, sino que también asegure justicia, reparación y no repetición. Bajo este enfoque se percibe una continuación de este legado de descontento, potenciado por políticas que han dividido a la opinión pública.

Aunque la búsqueda de la paz total es un objetivo noble, la forma en que se ha abordado ha suscitado críticas significativas. La percepción de concesiones excesivas a grupos insurgentes, la falta de claridad en los procesos de justicia transicional y la aparente omisión de las víctimas directas del conflicto armado son puntos de fricción constante. La resistencia civil se fortalece como una reacción a lo que se ve como una paz impuesta sin un consenso genuino o una reparación adecuada.

Adicionalmente, las propuestas de reforma en áreas como la salud y la economía han generado inquietud y rechazo en varios sectores. La visión de Petro y su administración, a menudo percibida como radical o mal fundamentada, ha alimentado temores de inestabilidad y ha llevado a cuestionamientos sobre la viabilidad y sostenibilidad de sus planes a largo plazo. Igualmente, ha sido duramente criticado por su manejo de crisis y la comunicación con el público.

De igual forma, incidentes específicos y mi percepción de una gestión errática han mermado mi confianza en la capacidad del gobierno para liderar eficazmente el país. La falta de transparencia, asomos de corrupción y una retórica divisiva han contribuido a la polarización que me anima a alimentar este llamado que emerge como una convocatoria a la reflexión y acción crítica. No se trata sólo de oposición por la oposición misma, sino de una demanda por mayor inclusión, diálogo y reconsideración de políticas que se perciben como desconectadas de la realidad nacional. Los ciudadanos que optamos por este derecho buscamos una gobernanza más participativa, transparente y que verdaderamente atienda a las necesidades y aspiraciones del pueblo colombiano.

Para concluir, la resistencia civil en Colombia, especialmente en el contexto de la gestión de Gustavo Petro Urrego, es un reflejo de una democracia viva, aunque tensionada. Las críticas a su administración no deben ser vistas solo como desafíos, ni hacerle un choque con primera línea, sino como oportunidades para reevaluar y redirigir políticas y prácticas gubernamentales. La profundización en la crítica y el análisis de su gestión es vital para entender no solo las fallas y éxitos de su administración, sino también para proyectar las vías hacia una Colombia más inclusiva, justa y pacífica. Por eso, lejos de ser un mero antagonismo, es una expresión de la voluntad de un pueblo que aspira a ser escuchado y a crear su destino. El actual presidente tiene ante sí el reto de responder a estas voces con acciones que trasciendan la retórica y se materialicen en cambios concretos y beneficios para toda la nación.



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