Robles y tréboles se visten de gala con tonos rosa y amarillo.
Una especie de primavera se vive en Santa Marta. Y es que los tréboles y robles se encuentran vestidos de flores engalanando algunas zonas de la ciudad. Los tonos amarillo y rosa son los que predominan en estos árboles.
El espectáculo natural debe ser disfrutado por los samarios, ya que solo durará entre ocho y 15 días, según determinadas condiciones como la brisa, asegura Nelly de Ceballos, miembro del Club de Jardinería de la ciudad.
Los tréboles
El trébol, reconocido por sus vistosas flores amarillas, es uno de los árboles que se pueden encontrar en la capital del Magdalena, sobre todo en las zonas de los cerros. Este ejemplar puede alcanzar unos 30 metros de altura y suele adornarse para esta época del año.
Su nombre botánico es Platymiscium y se caracteriza por poseer un tronco recto y cilíndrico, cuya madera es fuerte. Su fruto es una vaina que mide de cinco a seis centímetros de largo.
Tienen una durabilidad natural bastante alta, pues es resistente contra los hongos, insectos y a las inclemencias del clima. Son comunes en países como Colombia, Ecuador y Venezuela.
Su madera se utiliza para la construcción de muebles, ebanistería, remos, canoas, instrumentos musicales, construcciones pesadas, tacos de billar, artesanías y puentes.
Los robles
Otros de los árboles que engalanan la ciudad con sus flores para esta época son los robles rosados, cuyo nombre botánico es Tabebuia rosea, que pueden crecer hasta unos 30 metros. Este tipo de ejemplares se encuentran en Centroamérica y Suramérica. En el cono sur abundan en Colombia, Venezuela y regiones costeras del Ecuador. También en algunas islas del Caribe, como Santo Domingo.
Los robles se encuentran en diferentes calles de la ciudad, por ejemplo en la 22.
Hasta ahora no se tienen registros de la cantidad de tréboles o robles que existen en la ciudad. Sin embargo, para Nancy de Ceballos resulta importante que se haga un censo, que permita contabilizarlos, conocerlos y sobre todo, preservarlos.
Por: Daniela A. García
Redacción EL INFORMADOR