Desde el año 1580 se celebra la Fiesta del Señor de los Milagros en su basílica ubicada en Buga, Valle del Cauca.
Es una celebración de la religión católica para la cual los fieles se disponen en el periodo de 9 días y que acaba el 14 de septiembre con eucaristías y procesiones por los callejones de los pueblos en donde se alaba al Señor de los Milagros.
Esta tradicional celebración narra una hermosa narrativa protagonizada por una indígena muy anciana que fue convertida al catolicismo y a un milagro que le ocurrió debido a su gran vocación generosa y desapego por ayudar a las personas.
Se empezó a denominar como el “Señor de los Milagros” a raíz de los testimonios de milagros de sanación de enfermedades, liberación, restauración de hogares y matrimonios, restauración económica, prosperidad, entre otros, por la adoración al Santo Cristo. La Iglesia católica conmemora esta devoción, el 14 de septiembre de cada año.
Existen varias versiones respecto a la historia de esta imagen de la Crucifixión de Cristo. La más difundida narra que una indígena estaba lavando la ropa en el río Guadalajara para poder comprar una nueva imagen de Jesucristo, producto del dinero obtenido con su trabajo. Un día, al ver que un vecino iba a ser enviado a prisión por una deuda que no había podido pagar, decidió cubrir la deuda del hombre para que lo dejaran en libertad. En otra ocasión, en el río que la indígena visitaba haciendo su labor, vio un objeto brillante que bajaba por el río. Era un crucifijo que llevó a su casa y puso en medio de las aguas en un altar. Al día siguiente, cuando se despertó, describió que la efigie había aumentado hasta llegar al tamaño actual (1,3 m sin cruz).
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Otra versión narra que una mujer se encontraba lavando ropa en el río Guadalajara y vio bajar un crucifijo pequeño, el cual recogió y guardó en una cajita de fósforos en un cajón. Luego y durante las noches, ella escuchaba ruidos en la noche, pero una noche se percató que estos provenían del crucifijo que había aumentado de tamaño, rompiendo la cajita que lo contenía y este seguía creciendo al pasar de los días, hasta alcanzar su tamaño actual.
Por orden de la Curia diocesana, en ese momento situada en Popayán, se ordenó la destrucción de la imagen, pues ésta presentaba muchos deterioros ocasionados por las manos imprudentes de las gentes que le arrancaban pedazos a la misma. Así lo atestiguó bajo fe de juramento ante otro visitador, en 1665, doña Luisa de la Espada, hija de uno de los patriarcas de Buga. Ella aseguró que la imagen, arrojada al fuego, no se quemó, antes bien sudaba y la gente empapaba algodones en el sudor. Este testimonio se conserva.
Algunas personas aseguraron que ese algodón impregnado logró sanar sus males, y de inmediato el Cristo fue bajado del fuego. En 1884, cuando los misioneros Redentoristas llegaron a Buga para hacerse cargo de la Ermita y del culto que allí se celebraba, la historia sobre el hallazgo de la imagen del Cristo en las aguas del río Guadalajara era bien conocida entre los locales. Los misioneros construyeron una nueva Ermita (de la cual se conserva la Torre de Campanas) para alojarlo, pues un terremoto ocurrido el día 9 de julio de 1766, destruyó la anterior. Finalmente, la imagen fue llevada al actual templo, la Basílica Menor del Señor de los Milagros de Buga.
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La primera piedra del actual templo se colocó en 1892 y fue bendecida por Juan Buenaventura Ortiz, arzobispo de Popayán de esa época y con la presencia de Rafael Núñez, entonces presidente de la República de Colombia. El templo fue inaugurado el 2 de agosto de 1907, y desde esa época permanece allí la imagen.
En diferentes ciudades de Colombia, hay réplicas de esta imagen, como la que se ubicada en Bogotá, en la Parroquia San Alfonso María de Ligorio - Señor de los Milagros o en la ciudad de Cúcuta, en la Capilla Nuestra Señora del Carmen, contigua a la Biblioteca Julio Pérez Ferrero, en el centro de la ciudad, en cercanías al Barrio Caobos.