El desplazado Manuel

Columnas de Opinión
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"Don Manuel partió del campo a la ciudad a trabajar, sin saber que allá sus sueños no le alcanzan para almorzar; don Manuel es de esos hombres como Polo Montañés, que desvisten la nobleza enseguida que la ven.

. Don Manuel salió del campo y encontró que en la ciudad, una taza de café, cuesta más que la dignidad; que ironía mire usted, quien sabe donde andará, aquella vaca pintada que él se cansaba de ordeñar. Qué problema de la vida; después de tener ganado, hoy lo vi limpiando un carro afuera de un supermercado; y con una situación que casi lo vuelve loco; sus tesoros son sus sueños y sus callos sus ahorros. Pobre don Manuel"….

Esta estrofa de una canción del compositor Wilfran Castillo, describe una historia real sucedida en el municipio de San Diego en el departamento del Cesar. Don Manuel era un campesino de piel morena y manos curtidas que no superaba los 70 años de edad. La historia se remonta a principios de 1991, cuando una incursión guerrillera desplazó a los hacendados de esa región, obligándolos a abandonar sus fincas. Aprovechando esta circunstancia, 85 familias campesinas de escasos recursos invadieron una de estas haciendas, teniendo que abandonarla dos años después, por un enfrentamiento entre grupos armados.

El 12 de marzo de 1997 el Iincora decidió comprar las 1.600 hectáreas de la hacienda en discordia y se las adjudicó a 53 familias campesinas de esa región. En cada predio de 30 hectáreas ordeñaban cuatro vacas, vendían leña, criaban gallinas, producían unos cuantos huevos, cosechaban yuca y maíz. Con su trabajo producían un ingreso mensual que no superaban los 268 mil pesos, los cuales les alcazaba para su alimento diario que se reducía a una taza de arroz, huevo, espaguetis y una libra de carne que compartían dos veces al mes. Con el resto del dinero se compraban una muda de ropa y un par de cuadernos a sus hijos para que fueran a la escuela rural que quedaba a dos kilómetros de su rancho.

Era una vida pobre pero digna. Todo marchaba sin problemas, hasta que un 15 de junio del año 2000, se produce una nueva incursión paramilitar y las familias campesinas son despojadas de su propiedad, huyendo despavoridas nuevamente a Valledupar. Seis años después (2006), el Gobierno ordenó a los paramilitares que restituyeran las tierras a don Manuel y las 52 familias restantes. Compromiso que fue cumplido dentro del marco de las negociaciones de paz en Santa Fe de Ralito.

El retorno de don Manuel y el resto de familias fue más traumático que su desplazamiento. Todas las promesas del Gobierno fueron incumplidas. El Banco Agrario no les otorgó un crédito para recuperar su actividad productiva, Acción Social no les giró los recursos para reconstruir su vivienda y el municipio les negó la asistencia técnica.

Dicen que Dios aprieta pero no ahorca. Con la ayuda de los recursos del Plan Colombia y dos importantes empresas privadas, la primera experta en cultivos de palma de aceite y la segunda en proyectos forestales, se logró conformar una Alianza Estratégica que les permitió sembrar 167 hectáreas de palma y eucalipto que hoy, con un programa silvopastoril, les permite obtener ingreso superiores a los dos salarios mínimos. Desafortunadamente Don Manuel no pudo ver el fruto de tanto esfuerzo, un día de abril del año pasado, murió cansado y sin esperanzas.