Don Fabio Lacouture Acosta

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Miguel Lacouture Arevalo

Miguel Lacouture Arevalo

Columna: Opinión

e-mail: clearyclear@gmail.com

Twitter: @lacoutu


Al 20 de marzo del 2024, han pasado 31 años desde aquel sábado en 1993 en que partiste para no regresar, muy de mañana a “El Páramo" (Hoy no queda nada los lotes de arroz y potreros, que mirábamos desde lo alto del acueducto, ahora son solo socavones de extracción de Carbón), tu lugar de trabajo, y donde siempre quisiste que reposara tu cuerpo, allá en Becerril de los Campos, como siempre, a cumplir con tus obligaciones de padre y ganadero.

Allí en tu finca, en la ganadera te esperaron tus verdugos de las Farc-Ep, miembros operativos del Frente 41 comandado por Ricardo Juvenal Palmera Pineda o como se le conoce en el bajo mundo del hampa, “Simón Trinidad”, quienes de manera despiadada e inmisericorde, con sevicia, cegaron tu existencia cuando comenzaba a declinar el sol de la tarde de tu vida (55 años), hoy soy algo mayor que tú.

A partir de ese momento se desató la más atroz persecución a mi familia en particular y a todos nuestros ascendientes en general simplemente por ser gente de trabajo duro y constante.

Ahí, se fueron contigo lo trabajado a pulso hasta tu corta edad, una ganadería en el mejor momento, los desarrollos agropecuarios y el principio de lo que pudo ser y no fué, todo sin una explicación medianamente convincente.
Mi padre, Don Fabio Lacouture Acosta, hasta el momento de su atroz crimen, fue un hombre de trabajo y lucha constante, que pulseo la vida, en búsqueda de estructurar una familia que fuese exitosa, que pudiera cumplir con todas y cada una de obligaciones con la comunidad, ese fue su legado, dejar su prole capaz de prestar el mejor servicio a la sociedad.

Hoy después de tantos años de tu partida, ni la justicia, ni los representantes que comandaron a aquellas despiadadas Farc-Ep del frente 41 (Ricardo Juvenal Palmera Pineda), dan razón de los motivos o razones que les llevaron a ordenar cegar tu vida.

Nosotros como familia siempre hemos reclamado verdad y justicia. En mi caso ni siquiera reparación, solo eso verdad y justicia, todo ha sido un arar en el desierto, mientras veo a los que quedamos en mi familia contando las arenas del caribe inmenso, esperando, mientras tus asesinos están sentados en los cargos de poder.

No olvido tus enseñanzas, el incansable andar en búsqueda del porvenir, las esperanzas de que todo debía salir bien en el futuro ya pasado. Nunca olvido la confianza en las instituciones y la seguridad en medio de las adversidades, siempre viste el futuro, con confianza, esa misma que te llevó a los ejecutores para causar la atrocidad de tu asesinato.

Esperaste y creíste siempre que estabas aparte, lejos de que te llegasen a tocar, secuestrar o matar como seguramente fue ordenado desde la dirección del frente 41 de las Farc-EP a manos de los subalternos de quien siempre creíste fue tu amigo, (Ricardo Juvenal Palmera Pineda).

La crudeza de la realidad de la vida, la guerra desatada desde aquel entonces nos arrebató la posibilidad de contar de tu experiencia.

Las noches de cacería, las pescas en el Ranchón, las madrugadas vigilantes, los ordeños mañaneros, el beneficio de las reses para partir y repartir, los frutales de “El Páramo”, los baños en el Río Maracas, el riguroso

cumplimiento de las vacunaciones, las visitas a maizales en las tierras que entregabas a los menos favorecidos a cambio de limpieza del área después de tres periodos; todo quedó en la historia de mi memoria, como el mejor de los recuerdos y enseñanzas, cuanta falta nos hiciste, de haber estado, seguramente no habríamos cometidos tantos y tantos errores.
Salúdame a Beatriz Eugenia y Fabio Hernan, seguramente están contigo disfrutando de la luz divina del señor.

P.d. Te la debía hace muchos años.


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