Hay que salvar a la Tierra

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Escrito por:

Luis Tabares Agudelo

Luis Tabares Agudelo

Columna: Opinión

e-mail: tabaresluis@coruniamericana.edu.co


En el mundo parece evidente que los efectos del cambio climático trascienden fronteras desafiando la percepción de que es un problema distante o ajeno. En mi opinión, Colombia, con su diversa geografía y rica biodiversidad, no es inmune a esta crisis global. Por eso, los impactos, un tema de relevancia mundial, se manifiestan localmente en el país, resaltando la urgencia de una acción colectiva e individual para mitigar sus efectos, abordando la crítica situación de los ríos a donde van a parar todas las aguas negras de la comunidad de ciudades enteras, desechos industriales, hospitalarios, de curtimbres. Basta con ver el Río Medellín, el Río Bogotá o el Magdalena para detectar que son tres inmensas cloacas. U, otros ríos del país totalmente muertos por la acción del mercurio en la minería ilegal. ¿Dónde creen ustedes que arrojan los desechos tóxicos y orgánicos los habitantes de los 728 municipios ubicados en la cuenca del río Magdalena?

Es un hecho notorio que el cambio climático, impulsado por el aumento de gases de efecto invernadero debido a actividades humanas como la deforestación y la quema de combustibles fósiles, ha conducido a fenómenos extremos: olas de calor, derretimiento de los polos, aumento del nivel del mar, huracanes y eventos climáticos erráticos. Estos no solo amenazan la salud humana y la seguridad alimentaria, sino que también, lamentablemente, exacerban desigualdades socioeconómicas, afectando desproporcionadamente a las comunidades más vulnerables. Además, considero que la contaminación a los océanos y ríos ha creado un panorama desolador, donde especies marinas luchan por sobrevivir en un entorno cada vez más tóxico.

De hecho, en Colombia, los patrones de lluvias alterados han afectado la agricultura, una fuente vital de sustento para todos. La deforestación a gran escala para aprovechamiento de la madera o para la ganadería, amenaza la biodiversidad y desplaza comunidades indígenas. Asimismo, la intervención humana a los páramos presagia la pérdida de fuentes de agua cruciales.

Ahora bien, se siente un alivio que bajo la administración del presidente Petro, se ha mostrado, a mi parecer, un compromiso renovado con la sostenibilidad ambiental, resistiendo la explotación adicional de petróleo, carbón y gas, abogando por la transición hacia energías limpias. Estos esfuerzos, aunque fundamentales, son solo una parte de la solución más amplia que requiere la crisis climática. Entonces, es imperativo que el gobierno promueva la educación sobre el cambio climático, fomente prácticas agrícolas y ganaderas sostenibles, fortalezca las políticas de conservación de los ecosistemas y aborde la contaminación en nuestros ríos.  Adicionalmente, a nivel individual, considero fundamental la adopción de estilos de vida sostenibles como el reciclaje, ahorro de agua y la reducción del consumo de plástico.

En síntesis, el cambio climático por los gases de efecto invernadero y la contaminación de océanos y ríos es un desafío que, en mi opinión, requiere una respuesta colectiva, articulada desde lo local hasta lo global. Creo firmemente que el ser humano no tiene otro planeta; no poseemos la tecnología para trasladarnos y, por lo tanto, degradar nuestro único hogar es un acto de harakiri a una escala sin precedentes.

Para concluir, en Colombia, la riqueza natural representa una responsabilidad para liderar en la implementación de soluciones innovadoras y sostenibles frente a los desafíos ambientales. Aceptarlo y actuar con urgencia no solo es esencial para proteger el patrimonio natural y cultural del país, sino también para contribuir a un esfuerzo global más amplio en la lucha contra el cambio climático, los océanos como grandes basureros, la deforestación, los páramos y los retos de los ríos como cloacas o muertos por la acción del mercurio.  Llamo la atención en que el tiempo para actuar es ahora; el futuro de nuestro pais, de su rica biodiversidad marina, fluvial y terrestre, de los niños — incluidos los que no han nacido— y del mundo depende de nuestras acciones de hoy.

En ese sentido, el mundo entero debería escuchar al presidente Petro.



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