Educación de calidad es la clave

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Escrito por:

Rafael Nieto Loaiza

Rafael Nieto Loaiza

Columna: Opinión

e-mail: rafaelnietoloaiza@yahoo.com

Twitter: @RafaNietoLoaiza


Nos fue muy mal en las pruebas PISA 2022. En matemáticas, 383 puntos, estamos muy por debajo del promedio de la OCDE (472), levemente por encima de Latinoamérica (373) y bajamos en relación con la última prueba en 2018 (391). De hecho, estamos apenas ligeramente por encima de los resultados del 2009 (381).

En ciencias, 411 puntos, también muy inferior en relación con la OCDE (485),  por encima del promedio latinoamericano (399) y un punto por debajo del 2018 (412) y cinco en relación con el 2015 (416).

En lectura, 409, abajo del promedio de la OCDE (476), algo por encima de  Latinoamérica (399), y tres puntos abajo de 2018 y del 2009 (412).

En general, los resultados de las pruebas son menores en relación con el 2018 para el promedio de todos los países y no solo para Colombia, una caída que se atribuye a que, por los confinamientos, los estudiantes dejaron de asistir a la escuela. Una confirmación de la razón que nos asistía a quienes pedíamos volver a las escuelas tan rápidamente como fuera posible, en contra de Fecode, que insistió una y otra vez en aplazar la presencialidad. 

La pandemia, sin embargo, no explica los muy malos resultados generales de Colombia en las pruebas desde que participamos en ellas. Después de 2009, los resultados solo han tenido variaciones pequeñas, no significativas. y muestran que lo estamos haciendo mal, a pesar del esfuerzo presupuestal y a que desde 2015 el país gasta más en educación que en defensa y seguridad.

De hecho, hay conclusiones muy preocupantes de los exámenes Pisa. Una, que el conocimiento en matemáticas es desastroso: el 71% de los estudiantes no alcanza siquiera el nivel 2, es decir, no pueden ni siquiera interpretar y reconocer una situación simple como convertir a pesos una moneda diferente. El 69% de la OCDE puede hacerlo y también el 85% de los estudiantes de Singapur, Japón, Honk Kong yTaiwán. Y menos del 1% de los colombianos estuvo entre los mejores en matemáticas, niveles 5 y 6, cuando pueden hacerlo el 9% de los de la OCDE, Singapur 41%, Taiwán 32%, Japón y Corea 23%.

Dos, en ciencias y lectura estamos apenas un poco mejor. El 51% de nuestros estudiantes no alcanza el nivel 2, muy por debajo de la OCDE (76% en ciencias y 74% en lectura), y solo el 1 por ciento está en los niveles 5 o 6 mientras que en la OCDE lo alcanzan el 7%.

Tres, que nuestro sistema educativo no está cerrando la brecha socioeconómica. Los más desfavorecidos tienen resultados mucho peores que los que tienen mejores ingresos. En matemáticas, los estudiantes que están en el 25% de hogares con mejores ingresos superaron en 79 puntos en promedio a los del 25% inferior, una brecha estable desde 2012. Apenas 1 de cada 10 estudiantes del 25% inferior estuvo en el cuarto superior de rendimiento en matemáticas.  

La situación económica de los padres sigue siendo el mejor predictor de resultados, con lo que se hace inocua la promesa que le estamos haciendo a los jóvenes de que estudiar es la mejor herramienta de movilidad social. Por supuesto, el camino para resolver el desafío no es, como proponen algunos, eliminar la educación privada, a la que acuden los estudiantes de hogares más favorecidos. Eso sería nivelar por lo bajo y condenar a todos a una mala educación.

Ese es el meollo: más allá de suplir los problemas que tenemos en cobertura (la de cero a cinco años, la más importante de todas, es apenas del 30%, por ejemplo), nos urge una educación de calidad que no tenemos.

En educación de calidad la clave son los maestros. Y los buenos maestros no son los que tienen más títulos o los que saben más, sino aquellos que sacan de sus estudiantes los mejores rendimientos. Es así, a partir de los resultados de sus estudiantes, que deben evaluarse.

Ocurre que en Colombia la calidad de los maestros de la educación pública, con excepciones, es muy mala, y que, además, no se dejan evaluar (las de hoy son un chiste malo). Para rematar, el sistema público está en manos  de Fecode, un sindicato que adoctrina y no educa, al que le importan un comino los estudiantes, que solo se preocupa por aumentar sus privilegios y cuyos directivos tienden a parecerse a una mafia. Se probará cuando alguien se atreva a meterle el diente al Fomag, el fondo de pensiones del magisterio.



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