Una muenda recibió Petro y la izquierda extrema el pasado domingo. Las distancias, además, fueron abismales.
En Antioquia, Andrés Julián Rendón le sacó 346 mil votos a Luis Pérez y 712 mil a Esteban Restrepo, del petroquinterismo. En Medellín, la votación fue 7 a 1 y Federico Gutiérrez le ganó por 594 mil votos a Upégui. Verano en Atlántico aventajó por 18 puntos a Varela, que tuvo el apoyo de la izquierda, y en Barranquilla barrió Char, también 7 a 1, al candidato del Polo. En Bogotá, Carlos Fernando Galán sacó 30,3 puntos de ventaja y 926 mil votos a Bolívar, que ni siquiera pudo ser segundo. Dumek Turbay en Cartagena tuvo 28 puntos y 103 mil votos de ventaja sobre el candidato del Pacto. En Santander ganó sobradamente el general Díaz y el de Colombia Humana fue sexto con apenas el 1% de la votación. En Bucaramanga ganó con holgura el pastor Beltrán y el candidato del Pacto tuvo apenas el 4% de los sufragios. En Cali, Eder le sacó 29 puntos y 229 mil votos a Danis Antonio Rentería, el candidato del Pacto, que quedó tercero. El Chonto Ortiz, segundo, pagó también el haber recibido apoyo de la izquierda al final de su campaña.
Los candidatos del Pacto perdieron en todas las ciudades capitales. Y la izquierda solo ganó en tres de los 32 departamentos: Amazonas, Nariño, donde las denuncias de presiones armadas de las disidencias de las Farc sobre los votantes fueron una constante, y Magdalena, con Fuerza Ciudadana.
A los verdes tampoco les fue bien. Ganaron en Boyacá, y en Caldas, Casanare y Guaviare en coalición, así como en Florencia y Puerto Carreño. Poca cosa y un claro retroceso frente al 2019 cuando se quedaron, entre otras, nada menos que con la capital y con Cali.
El 29 de octubre, aunque por supuesto pesaron las dinámicas regionales y locales, que se evidencian en las alianzas y los coavales, hubo un plebiscito contra Petro y un voto castigo descomunal. Los ciudadanos votaron contra un gobierno pendenciero y sectario que no ejecuta, una economía que se deteriora aceleradamente, creciente inseguridad por cuenta de las políticas de seguridad y paz total, unas reformas a la salud, pensional y laboral radicales y estatizantes que ponen en peligro la vida, los ahorros y el trabajo de los colombianos, y los escándalos que un día si y el otro también salpican a la familia presidencial y los aliados más cercanos a Petro.
En 15 meses de gobierno, Petro ha dilapidado cerca de ocho millones de votos. La votación por el Pacto y sus aliados, excepto la Alianza Verde que está dividida frente al Gobierno, corresponde al 29% de lo que consiguiera en la segunda vuelta del 22.
Petro, megalómano, ególatra, soberbio, no reconoce la derrota y ha puesto una delirante serie de post donde incluso se ha atribuido triunfos en departamentos donde el ganador tuvo aval del Centro Democrático o Cambio Radical. Está en lo que los sicólogos denominan fase de negación. Después vendrá la de rabia e ira. Paradójicamente, que no oiga la voz ciudadana expresada en las urnas le hace daño al país, porque no corregirá sus errores, pero favorecerá a la oposición.
Por cierto, en contra de lo que se sostiene, excepto en Bogotá, Cali, Bucaramanga, Medellín y Villavicencio, Arauca, Antioquia, Meta y Santander y poco más, los ganadores son los partidos tradicionales y los clanes regionales. Los parlamentarios tendrán ahora acceso a la burocracia, el presupuesto y los contratos del grueso de alcaldías y gobernaciones del país. El peaje en el Congreso será mucho más caro porque ya no dependen de la ayuda de Casa de Nariño y comprobaron que los candidatos que se perciben como cercanos a Petro y la izquierda extrema pagan su pecado en las elecciones. Los congresistas son cualquier cosa menos tontos.
Finalmente, nadie en entre los partidos tradicionales y la oposición puede cantar como propia la victoria sobre Petro. Todos los partidos se quedaron entre 4 y 7 gobernaciones y no hay líder que destaque. Es una oportunidad para que sigan trabajando sin descanso quienes pretenden llegar en el 2026. En el 25 habrá que acordar a unas reglas de juego que permitan unificar las candidaturas viables. Se ha ganado una importantísima batalla. La victoria final sigue aún lejos.