El judaísmo es la más antigua de las grandes religiones monoteístas. El pueblo judío desciende de Abraham, cuya vida se sitúa entre el siglo XX y XIX a.C. Abraham provenía de Ur y murió en Hebrón, en tierras que entonces se llamaban Canaán y hoy son Israel.
El islamismo es la última de las religiones monoteístas. Mahoma nació en La Meca en el año 570 d.C. A diferencia del islamismo y del cristianismo, el judaísmo no ha tenido nunca pretensiones misioneras, de evangelización de los no creyentes. No es un punto menor. Por esos afanes han muerto millones.
El antisemitismo, "hostilidad o prejuicios hacia los judíos, su cultura o su influencia”, es viejo y no ha sido exclusivo de los musulmanes. Entre los cristianos se alimentó por siglos con base en la acusación de que los judíos eran un pueblo deicida, responsable de la crucifixión de Jesús.
El antisemitismo se ha manifestado a lo largo de la historia en persecuciones, guetos, pogromos, migraciones forzadas que empezaron con la diáspora. Su versión más detestable, cruel, horrorosa, genocida, ha sido el Holocausto. No ha habido en la historia pueblo más perseguido que el judío.
Los palestinos provienen de los antiguos filisteos y se asentaron en Gaza hacia el siglo XII a.C. Palestina es el nombre que le dieron los romanos a esa región y etimológicamente proviene del hebreo Fleshet, Flistea, tierra de los filisteos.
Más allá de los versos contra los judíos que hay en el Corán, el antisemitismo árabe se ha ido haciendo cada vez mayor desde el XX. Islamistas radicales atacaron con ferocidad a los judíos en Israel en 1929 y después en 1936. Durante la Segunda Guerra, el gran muftí de Jerusalén viajó a la Alemania nazi, se entrevistó con Hitler, se hizo amigo de Adolf Eichmann y trató de crear unas SS musulmanes con la intención abierta y manifiesta de exterminar a los judíos.
Después de la Primera Guerra, la Sociedad de Naciones aprobó el Mandato Británico de Palestina para crear "un hogar nacional para el pueblo judío” que Gran Bretaña nunca ejecutó. La Asamblea de Naciones Unidas en 1947, después del espanto de la Shoá, a modo de reparación con el pueblo judío, aprueba la partición de Palestina en dos estados, uno judío y uno árabe. El estado de Israel declara su independencia en mayo de 1948. Los vecinos árabes se niega a aceptar el plan de la ONU y atacan a Israel. Son vencidos. En 1967, Egipto, Siria, Jordania e Irak se unen contra Israel en la llamada guerra de los Seis Días. Nuevamente son derrotados e Israel ocupa la provincia del Sinaí, la franja de Gaza, Cisjordania, los altos del Golán y Jerusalén Este.
Desde entonces, Israel ha logrado acuerdos con Egipto (al que devolvió el Sinaí), Jordania, Emiratos Árabes Unidos, Baréin, Sudán y Marruecos. Y estaba en conversaciones con Arabia Saudita para su reconocimiento. Frustrarlas es quizás el motivo del reciente ataque de Hamás. Desde 1995, Cisjordania está bajo el control de la Autoridad Nacional Palestina con la dirección de hombres de Fatah. Israel se retiró en 2005 de la Franja de Gaza. Dos años más tarde, después de sangrientos enfrentamientos con Fatah, Hamás quedó con control total de la Franja.
Ahora Hamás, que tiene por fin fundacional el exterminio de los judíos, ha ejecutado la peor operación terrorista contra Israel en la historia. Más de mil civiles, incluyendo ancianos, mujeres y niños, fueron asesinados a sangre fría y centenares han sido secuestrados. La crueldad vista no tiene nombre. Israel tiene el derecho de defenderse y a eliminar a los terroristas de Hamás allá donde se encuentren, con el único límite del derecho de la guerra. Primero la condena y la persecución a los terroristas. Después lo demás. La solución de los dos Estados, la única posible para la estabilidad de la zona a mediano plazo, solo es posible sin Hamás. Hay un derecho a un estado palestino, pero ese estado solo es posible si se acepta también el derecho de los judíos a vivir en paz y sin riesgos en el estado de Israel.
Petro, mientras tanto, nos avergüenza. Se alinea con Hamás, hace unas alucinantes acusaciones de nazismo a Israel, banaliza el Holocausto, y hace trizas la política internacional colombiana y su eje de condena sistemática al terrorismo.