La Iglesia Católica en Nicaragua

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Luis Tabares Agudelo

Luis Tabares Agudelo

Columna: Opinión

e-mail: tabaresluis@coruniamericana.edu.co


Existen serios motivos para preguntarse que pudo haber pasado para que las relaciones entre el gobierno de Nicaragua y la iglesia católica haya llegado a tal degradación. Me pregunto debido a que desde la época colonial hasta el presente, la Iglesia ha desempeñado un papel central en la vida social, política y espiritual de la nación. 

En efecto, una visita papal es un acontecimiento de gran importancia para los países católicos y Nicaragua ha sido honrada con la visita en dos ocasiones en su historia. El Papa Juan Pablo II visitó Nicaragua en 1983 y 1996, Estas visitas han sido oportunidades para fortalecer los lazos entre la Iglesia y entre ambos Estados, así como para abordar temas de justicia social, paz y reconciliación.

En todo caso, en Nicaragua, los curas católicos han desempeñado un papel activo en la política y en el gobierno. Durante la Revolución Sandinista, sacerdotes como Ernesto Cardenal y Miguel D'Escoto ocuparon cargos gubernamentales de alto nivel, promoviendo una teología de la liberación y abogando por la justicia social y la equidad en la sociedad nicaragüense. 

La situación en la actualidad es que las relaciones entre la Iglesia Católica y el gobierno nicaragüense son complejas. Por un lado, la Iglesia sigue desempeñando un papel importante en la promoción de la educación y la ayuda social en todo el país. Por el otro, ha sido crítica con el actual gobierno en temas como la democracia, los derechos humanos y la justicia social pues a raíz de las protestas y la crisis política que comenzaron en 2018, ha actuado como mediadora en el diálogo nacional, buscando promover la paz y la reconciliación. 

De hecho, el papel de la Iglesia Católica en Nicaragua, tanto históricamente como en la actualidad, es fundamental para comprender la dinámica política y social del país. Las visitas papales y la participación de sacerdotes en el gobierno han generado tanto momentos de cooperación como de tensión entre la Iglesia y el Estado. La situación actual es compleja y desafiante, ya que enfrentan cuestiones de justicia social, derechos humanos y gobernabilidad democrática. 

En ese mismo tono, las noticias que nos llegan es de un obispo arrestado, curas en prisión y prohibición de desarrollar procesiones y actos religiosos en la Semana Santa como ofensiva de Ortega contra la Iglesia católica. El gobierno acusa a la iglesia de organizar grupos violentos, incitándolos a ejecutar actos de odio en contra de la población, provocando un ambiente de zozobra y desorden, alterando la paz y la armonía de la comunidad, con el propósito de desestabilizar al Estado de Nicaragua y atacar a las autoridades constitucionales. 

Al parecer el drama hoy es muy complejo debido a que el mandatario nicaragüense afirma que “los obispos, los curas y los papas son una mafia”. El Papa Francisco y tal vez en desespero por los pobres y la persecución a sus sacerdotes, llama al gobierno actual de Nicaragua “es cómo las dictaduras comunistas o hitlerianas, grosera”. Por eso para mí, al tratar de mejorar la situación, la Iglesia y el gobierno deben mantener un diálogo abierto y constructivo para abordar los problemas que afectan a la sociedad nicaragüense, como la pobreza, la desigualdad, la corrupción y la violencia. Asimismo, es fundamental que tanto la Iglesia como el gobierno respeten la independencia y autonomía de cada institución, para que la Iglesia Católica pueda seguir desempeñando un papel importante en la promoción de la paz y la reconciliación. Y, considero que el Papa Francisco no debería responder desde Europa y venir a Nicaragua no sólo como jefe espiritual de la iglesia sino cómo gobernante máximo del Estado del Vaticano.