En el año 2016, el presidente Xi Jinping, decidió convertir a la China, en el gigante de la industria de las semillas y pesticidas, y le encargó a la empresa estatal ChemChina, adquirir diversas compañías en Europa, Israel y Suiza. Con la compra de Syngenta (US$ 43.000 millones), hoy ejerce el mayor control mundial del comercio de los agroinsumos y comenzaron a desarrollar cultivos transgénicos para garantizar los alimentos a los 1.300 millones de habitantes.
Según estimaciones del BID, antes de la pandemia, el costo del flete de un contenedor entre Shanghái y un país de Suramérica, costaba alrededor de US$ 2.000, ahora cuesta más de US$ 7.000. Lo peor del cuento es que también estamos importando más de 14 millones de toneladas de alimentos y materias primas por vía marítima. Claramente, alguien va a tener que pagar estos altos costos logísticos y sin duda alguna seremos los consumidores. Se nos viene una nueva alza en el costo de vida y un diciembre con los bolsillos apretaos.
Se preguntarán ustedes ¿y qué hay que hacer para superar este problema?. Durante estos tres años y medio he venido planteándole al gobierno la necesidad de instituir un nuevo modelo de desarrollo productivo agropecuario con una visión empresarial y de administración de riesgos que conlleve a la innovación, al liderazgo rural y al buen manejo de los recursos naturales, para garantizar la seguridad alimentaria de 50 millones de colombianos y salir a competir en los mercados internacionales. Desafortunadamente mis sugerencias no tuvieron eco en las personas que la vicepresidenta y el partido Conservador recomendaron a principio de gobierno para orientar la política agropecuaria del país. Regularmente, los tecnócratas no responden sino a ellos mismos, y creen que los problemas del campo se resuelven a través de pactos, leyes y documentos Conpes.
A Colombia le llegó el momento de pensar en grande. Nuestro sector agrícola exige del ministerio de Minas y Energías, una política de obtención de fertilizantes a partir del gas natural. Del ministerio de Transporte, el compromiso de construir las vías terrestres y férreas que conecten a los grandes centros de producción agrícola (Altillanura, Orinoquia, Región Caribe y Pacifico) con las ciudades capitales y puertos del país. Del ministerio de Agricultura, la conformación de unas APP con los israelitas para construir, adecuar y operar los distritos de riego del país. Del Ministerio de Industria y Comercio, una renegociación de la desgravación arancelaria y cupos de contingentes aprobados en los TLC. Y, del ministerio de Hacienda, el compromiso de reducir la carga fiscal, las tasas de interés de los créditos y triplicar el presupuesto de inversión del agro. Aún estamos a tiempo.