La evolución oculta

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Luis Tabares Agudelo

Luis Tabares Agudelo

Columna: Opinión

e-mail: tabaresluis@coruniamericana.edu.co


Desde hace muchos años me he preguntado cómo pudo ser el origen de las flores. Cómo sería el planeta antes de ellas. cómo fue el surgimiento de la primera para luego quedarse adornando por siempre nuestro planeta.
También me pregunto por el enamoramiento que producen por parte de los seres humanos, las abejas y los colibríes. Me gusta mirarlas por horas pues me siento cada vez más atraído y fascinado ya que producen el mí un estado de éxtasis. Cuando las observo detenidamente, su belleza hace que mi mente deje de ser tan parlanchina, es como un freno a mi mente loca y desbordada. No es pues raro en mi verme en el jardín botánico y quedar en estado de quietud mental al observarlas.

Así las cosas, sé que no soy el único enamorado de ellas debido que han servido de fuente inspiradora a artistas, poetas y escritores. Jesucristo alguna vez les dijo a sus apóstoles que contemplaran las flores y que aprendieran a vivir como ellas.

Buda, por su parte, pronunció un sermón mientras contemplaba una hermosa flor. Uno de sus discípulos comenzó a sonreír. Se dice que captó la esencia del mensaje de su maestro y se iluminó. Esta iluminación dio como resultado el origen del Zen en el mundo.

El Zen, aunque tiene múltiples escuelas por todo el planeta, tiene como esencia las enseñanzas de Buda como el camino desde el sufrimiento que produce una mente parlanchina y atormentadora hasta la liberación, la iluminación y el despertar.

De hecho, para Buda, la mente humana en el estado que todos creemos normal crea sufrimiento, desdicha y descontento. Además, afirmaba que “a donde quiera que vamos, en cualquier cosa que hacemos, tropezamos con este sufrimiento”.

Asimismo, en las enseñanzas centrales del hinduismo, se muestra a la mente disociadora como una forma de enfermedad mental a la que denominan “Maya” al que se refieren como el velo de la ilusión que impide ver la realidad. Afirman que los humanos no vemos con los ojos sino con la mente.

Y, por último, me refiero al cristianismo que según su fundador Jesucristo, el estado colectivo normal de la humanidad es el del pecado original que significa vivir torpe y ciegamente, sufriendo y causando sufrimiento.

En síntesis, estas tres grandes religiones convergen en el reconocimiento de que el estado mental normal de los seres humanos contiene un alto elemento de locura que produce y causa sufrimiento.

Aunque por la mente y el pensamiento del ser humano hemos podido avanzar a pasos agigantados en lo que llamamos ciencia y tecnología, también nos ha enfrascado en muchos desastres como las grandes guerras, genocidios, millones de muertes por virus creados a propósito, tala de inmensos bosques, arrasamiento y extinción de múltiples animales.

Por todo lo anterior, creo muy firmemente que el próximo paso de la humanidad en su camino evolutivo no va a ser que se desaparezcan las muelas cordales o las orejas se vengan hacia adelante por la acción del cauchito del tapabocas.

Va a ser una transformación de su estado mental a nivel personal y colectivo. Un estado donde el ser humano no sea manejado por la mente egoísta y parlanchina. Un estado en que el hombre no crea o considere que su esencia es todos esos miles de pensamientos diarios e inútiles embutidos en su cabeza.

Para concluir, las enseñanzas de los grandes sabios religiosos fueron claramente distorsionadas o mal comprendidas. Enseñaron que la clave estaba en la transformación del comportamiento humano desde un florecimiento interior y profundo de la mente.
Frases como “dolor es cierto, el sufrimiento es opcional” o “dar la otra mejilla”, lo demuestran.